Teotihuacán es probablemente una de las ciudades más estudiadas por arqueólogos e historiadores en Mesoamérica y, sin embargo, poco es lo que se ha logrado dilucidar con total certeza sobre sus antiguos habitantes. Además de la problemática respecto a su tipo de gobierno, la ausencia de un sistema de escritura y la multietnicidad que las excavaciones arrojan a la luz existe un sin número de objetos de diversos materiales que aún no han podido ser interpretados del todo en cuanto a su utilidad o propósito. Uno de estos casos es el de las figurillas de cerámica.
A lo largo de la historia de la arqueología de Teotihuacán, incluso desde el siglo XIX, se tiene registro de los miles de fragmentos de figurillas dispersos en superficie. El número probablemente se multiplique si contamos los fragmentos y piezas completas que han aparecido en las excavaciones en toda la ciudad, tanto en unidades habitacionales como en espacio destinados a ceremonias y rituales de carácter político-religioso. Las que han sido recuperadas en las excavaciones de las estructuras más antiguas del sitio están hechas a mano, y a veces muestran claramente las huellas digitales de sus creadores. Pero parece haber habido un cambio gradual de estas figurillas hechas a mano a otras hechas con moldes, a medida que la ciudad creció y se desarrolló, con un período intermedio en el que se usaron ambas técnicas, a veces en una misma figurilla. En las últimas fases de la ciudad todas las figurillas fueron elaboradas en un molde (a partir de la Fase Metepec).
Desde que la ciudad fue estudiada sistemáticamente en la década de 1960 y se hizo un gran mapa a escala, así como excavaciones en distintas unidades, se han localizado vastas concentraciones de fragmentos de estas figurillas, de los moldes con que se hacían y de algunos otros instrumentos como punzones o herramientas para decorarlas. La ubicación de estos materiales de manera conjunta en sectores específicos ha llevado a los investigadores a reflexionar sobre la posible existencia de talleres dedicados exclusivamente a la manufactura de las figurillas, de forma que esto podría indicar que había un control por parte del poder político y económico sobre la producción de estos objetos.
Ambas figurillas que aquí se describen fueron elaboradas en moldes y representan a personajes antropomorfos. Sus detalles debieron haber sido hechos mediante ligeras incisiones. La figurilla que lleva el número 1337 2-1 está completa y probablemente representa a una mujer que lleva un tocado de bandas a manera de turbante, porta orejeras, un collar y un quechquemitl o pieza textil comúnmente usado para cubrir el torso de las mujeres.
La que lleva el número 1337 2-2 parece fracturada en su parte inferior. Se observa el rostro con dos orejeras discoidales, un tocado a manera de turbante sobre la cabeza, tal vez representando algún tipo de tejido de algodón. Parece llevar un collar o un pectoral de forma circular sobre el pecho. Presenta restos de engobe rojo.
Las características de las dos figurillas permiten sugerir que representan personas de un estrato de la sociedad de Teotihuacán probablemente con cierto poder económico y político. No es probable que retraten gobernantes, si no tal vez un hombre y una mujer de lo que hoy podríamos considerar la nobleza.
Teotihuacán es probablemente una de las ciudades más estudiadas por arqueólogos e historiadores en Mesoamérica y, sin embargo, poco es lo que se ha logrado dilucidar con total certeza sobre sus antiguos habitantes. Además de la problemática respecto a su tipo de gobierno, la ausencia de un sistema de escritura y la multietnicidad que las excavaciones arrojan a la luz existe un sin número de objetos de diversos materiales que aún no han podido ser interpretados del todo en cuanto a su utilidad o propósito. Uno de estos casos es el de las figurillas de cerámica.