El arte estuvo presente en todas las manifestaciones de la vida en Mesoamérica. Desde la época más temprana, la danza acompañó al ritual, la retórica a la política, el canto a la fiesta, la escultura y la pintura a los espacios sagrados. El pintor, el compositor de cantos y el ceramista eran personajes importantes y respetados en todas las ciudades de Mesoamérica. Las prácticas artísticas se vincularon de una región a otra y de una etapa a otra para formar una gran tradición mesoamericana en la que pueden distinguirse figuras, temas, fórmulas y trazos predilectos.
El jade, el jaguar, la cueva, las plumas de quetzal y el gobernante sentado en el umbral del otro mundo son objetos y temas del arte mesoamericano que aparecen en la etapa olmeca y siguen vigentes aún en tiempos de la conquista.
A diferencia de lo que ocurre en nuestra época, en aquel tiempo las artes estaban unidas unas a otras, y no era posible aislarlas: la escultura estaba pensada para cierto pórtico o patio, que debía decorarse con determinadas pinturas; en ese patio debía haber un rico brasero de barro; los aromas de las flores y el copal debían llenar aquel espacio mientras se escuchaba un tambor, un canto. En tanto, jóvenes guerreros bailaban en círculo a la puerta.
En Mesoamérica, el arte es una dimensión que fortalece la realidad humana, consolida los sentidos y provee mensajes simbólicos de gran trascendencia.