De las vasijas cerámicas usualmente se piensa en sus funciones prácticas, no obstante, en el arte de la cultura de las tumbas de tiro numerosos recipientes de formas simples, cercanas a esferas, círculos y cilindros, sirvieron como eficientes superficies pictóricas. En ellas es factible advertir la obra de alfareros que con alta probabilidad fueron también excelentes pintores. El cuenco que nos ocupa exhibe una elaborada decoración y una manufactura sumamente fina.
En la base se distingue una depresión central que indica el uso de un molde natural, como la cáscara rígida de un fruto, para construir el cuenco. A éste se le aplicó un engobe crema y el lado exterior se pintó además de un color sólido crema amarillento. En esta base cromática el artista procedió a trazar los diseños en rojo y café, sin que se mezclen; en las zonas pintadas en estos dos colores es posible apreciar una pintura muy líquida con variaciones en los tonos, de ahí que el café llegue a verse como negro y el rojo a veces se perciba como naranja o rojo oscuro; en lo general la apariencia resulta cercana a una acuarela.
El pintor empleó pinceles de distintos grosores; la pauta de la composición son las formas alargadas y sinuosas de color rojo; son serpientes estilizadas con cabeza triangular y los ojos figurados; para estos últimos se dejaron zonas circulares en el color base amarillento y sobre ellas se pintaron puntos cafés. Justamente una de estas cabezas ubicada en depresión central del cuenco señala el centro del imagen y acaso haya sido el trazo inicial; en ella convergen todas las serpientes. En un intrincado acomodo asimétrico las serpientes se unen; en la mayoría de los casos, si seguimos las ondulaciones de los cuerpos hasta los extremos se llega a otra cabeza, de manera que se trata de serpientes bicéfalas.
Cada ofidio está bordeado por una delgadísima línea café, con una sección intermedia del color base. Sin posibilidad de corrección para el pintor, estos detalles ponen en evidencia la maestría de su ejecución artística. En las zonas que las serpientes envuelven se ven dos tipos de diseños en color café asimétricos, de contorno redondeado y algunos extremos puntiagudos: cinco son reticulados y el resto, los más numerosos, tienen en su interior motivos redondeados amorfos en el color de la base. La composición está circundada por tres líneas rectas cafés, las de los extremos muestran formas triangulares; le siguen, ya próximas a la boca de la vasija, otras tres líneas en zigzag, la central es gruesa y roja.
A mi juicio, la imagen descrita es un cosmograma, materializa una idea del cosmos construida culturalmente por el pueblo de las tumbas de tiro; el arte de este modo da forma concreta a una realidad eminentemente conceptual. Las serpientes fantásticas bicéfalas simbolizan al océano inframundano, el nivel inferior de la estructura del universo que sostiene y rodea la superficie terrestre; considero que los motivos reticulados figuran la tierra consolidada y organizada, a la manera de islas en las que habitan los humanos y todo lo creado por los dioses; mientras que los diseños con los elementos amorfos en su interior, pero también de color café, evocan una tierra lodosa, una materia intermedia entre la tierra y el caos del entorno marítimo primigenio. Por asociación cromática, es factible que la línea ancha en zigzag se equipare con las serpientes bicéfalas y por tanto se repita la connotación de lo acuático y lo terrestre en las franjas cercanas a la abertura del cuenco.
El interior del recipiente presenta huellas de desgaste, aunque no sabemos qué se colocó dentro tenemos claras nociones de la importancia de su contenido simbólico. Esta imagen que figura componentes principales del cosmos pudiera plasmar un mito cosmogónico. Las funciones del cuenco trascienden las de orden práctico, con seguridad se usó en un contexto ritual sagrado.
De las vasijas cerámicas usualmente se piensa en sus funciones prácticas, no obstante, en el arte de la cultura de las tumbas de tiro numerosos recipientes de formas simples, cercanas a esferas, círculos y cilindros, sirvieron como eficientes superficies pictóricas. En ellas es factible advertir la obra de alfareros que con alta probabilidad fueron también excelentes pintores. El cuenco que nos ocupa exhibe una elaborada decoración y una manufactura sumamente fina.