Es una pieza de enigmática función y apariencia. Las dos bocas tubulares salientes del cuerpo cuadrangular indican que el interior es hueco. Este pequeño recipiente parece estar hecho de una piedra suave, sin embargo, más bien es barro muy compacto, de apariencia pétrea.
Tiene forma fantástica y esquemática de un cuadrúpedo con cabeza humana; los largos brazos del personaje parecen asirse o abrazar el objeto tubular sobre el cual se encuentra.
Tiene algunos fragmentos desportillados, sin embargo, no exhibe huellas de uso; no es factible determinar para qué sirvió, en particular porque el diseño es atípico en el ámbito mesoamericano.
Veronica Hernández Díaz
Las piezas con número de catálogo 1003 y 1004 de la colección del Museo Amparo (y también la 1002, que cuenta con una ficha aparte) son muy originales. No recordamos haber visto piezas de este tipo en ninguna colección de objetos mesoamericanos, en ningún contexto arqueológico. Vamos por partes.
Su función está relacionada con la circulación de un gas: humo de tabaco, con toda probabilidad, aunque no puede descartarse el humo de alguna hierba o resina aromáticas. Las piezas son huecas: se trata de bloques con un conducto cilíndrico en su interior. Una de las salidas del conducto es ancha, y la otra muy estrecha. Al menos dos de las piezas (1002 y 1004) tienen un ennegrecimiento en la salida ancha, lo cual hace pensar que estuvo en contacto con brasas ardientes y humo constante. La boquilla angosta habría sido utilizada para inhalar y/o introducir aire en la “cazuela” de piedra.
Parece que se trata, entonces, de cazuelas, como las de las pipas de tabaco de otras regiones del mundo. Incluso podríamos llamarles pipas; por ahora no tenemos mejor opción, parece que eso son. Hay un problema en el sistema y la forma de las tres. La 1002 tiene una boquilla sumamente pequeña, parece más probable que se le haya enchufado, por así decirlo, algún popote de paja, alguna cañuela. Hay que tomar en cuenta otra cosa: cualquiera que haya fumado pipa sabe lo caliente que se pone la cazuela donde está la brasa. Una boquilla tan pequeña y tan próxima a la superficie de la cazuela habría sido inadecuada; los labios se quemarían. Por su parte, las boquillas de las piezas 1003 y 1004 están el línea recta con la boquilla, así que la única forma de fumarlas sin que se precipitara al exterior el tabaco u otras hierbas habría sido con la cabeza completamente girada hacia el cielo, o acostado. Si suponemos el uso de alguna cañuela o popote enchufado a la boquilla, el problema se puede haber atenuado.
Finalmente tenemos un problema de procedencia. La apariencia de las tres pipas es extraña para Mesoamérica. Son de barro, pero de un barro muy compacto, duro y pesado que parece piedra. Las figuras encaramadas en las cazuelas, tampoco se parecen a representaciones que conozcamos. Obsérvese por ejemplo la cara plana, esquemática y caricaturesca del personaje de la pieza 1003. También es curiosa la manera en que el antropomorfo de la 1004 se abraza a la pipa y cómo sus dedos se prolongan como si se tratara de grandes aletas o garras de algún reptil.
La solución a este enigma parece encontrarse en Chile. En efecto, hay pipas pre-mapuche, de culturas arqueológicas de la Araucanía muy similares a las tres de la colección Amparo. Véase como ejemplo el rostro y las garras de una pieza del Museo Chileno de Arte Precolombino. En cuanto a la forma de la boquilla, la similitud es también enorme, como puede apreciarse en una pipa más lisa, en forma de disco, de dicho museo.
Lo más probable, entonces, es que las tres piezas del Museo Amparo procedan de alguna adquisición, realizada por un coleccionista o viajero en Chile. Se trataría de pipas pre-mapuche araucanas.
Pablo Escalante Gonzalbo