El tiempo en las cosas I. Salas de Arte Contemporáneo
Paisaje | El tiempo en las cosas I. Salas de Arte Contemporáneo | Museo Amparo, Puebla
Período Siglo XX
Año 1957
Período Siglo XX
Año 1957
Técnica

Tinta sobre papel

Medidas extra

41.5 x 63.5 x 1.7 cm

Investigador

Si bien a lo largo de su carrera exploró tendencias como el realismo, el expresionismo y distintas formas de abstracción, una de las facetas más conocidas de Luis Nishizawa es la correspondiente al trabajo paisajístico. Dentro de dicha tradición, tan importante en México desde el siglo XIX y con figuras emblemáticas como José María Velasco y Gerardo Murillo “Dr. Atl”, Nishizawa encontró un sitio propio. Lo hizo gracias a su dominio de la técnica y a la mirada particular que modeló como resultado de dos circunstancias: el conocimiento del arte y la cultura japonesas –es conocido el influjo de su padre, el japonés Kenji Nishizawa– y su propia vinculación afectiva con los diferentes entornos naturales del Estado de México. En todo caso, el propio artista ha reconocido otras inspiraciones: “Me encantaría poder realizar ese cielo y ese colorido plateado del Valle de México, que tan bien enfatizó Velasco. Sin embargo, la principal influencia que tengo del paisaje es de Francisco Goitia, quien no era paisajista, pero su cuadro de La Hacienda de Santa María, es una de las obras que más me han impresionado”.[1]

Al observar esta obra, resultan significativas las palabras que Raquel Tibol dedicó al artista en un texto de 1984. En ellas, recordaba su primera exposición, en el Salón de la Plástica Mexicana (1951), donde ya destacaba “su poético sentido de simplificación de las formas y su honda comprensión de la naturaleza que, tras el tamiz de sus sentidos y sus trazos, adquiere una dimensión metafísica que la trasciende”.[2] Aquella dimensión metafísica que permea la imagen del paisaje es tangible también en esta obra, elaborada hacia finales de la década.

Para la crítica de arte, este tratamiento de la imagen es resultado del entrecruce cultural que el artista encarnó: “La identificación con su raíz japonesa lo devolvió al cultivo de la imagen bella como reafirmación de dignidad, y a la práctica de un paisajismo con su monumentalidad y su esplendor implícitos. Los valles, las cañadas, los altos picos de montaña, la luz a cielo abierto, fueron transcritos por Nishizawa en una esencializada y hermosa caligrafía evocadora del paisajismo tradicional en el Oriente. Supo utilizar sabiamente el blanco del papel para dilatar el paisaje en amplitud y profundidad”.

 

Referencias:

 

http://www.revistaimagenes.esteticas.unam.mx/luis_nishizawa_1918_2014

http://revistabicentenario.com.mx/wp-content/uploads/2014/07/BiC-23-Luis-Nishizawa.pdf

https://museoblaisten.com/Artista/324/Luis-Nishizawa

 

 


[1] Guadalupe Villa Guerrero, “El arte de Nishizawa”, en Revista Bicentenario, Instituto Mora, http://revistabicentenario.com.mx/wp-content/uploads/2014/07/BiC-23-Luis-Nishizawa.pdf, p. 77.

[2] Esta cita de Raquel Tibol corresponde al libro Los creadores y las artes. Realismo, expresionismo, abstracción, México, UNAM, 1984, donde se ocupó del trabajo del artista. Esta cita y la siguiente fueron referidas por Mónica del Arenal Martínez del Campo en su texto “Luis Nishizawa (1918-2014)”, revista Imágenes, Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, 9 de septiembre de 2015, http://www.revistaimagenes.esteticas.unam.mx/luis_nishizawa_1918_2014

Si bien a lo largo de su carrera exploró tendencias como el realismo, el expresionismo y distintas formas de abstracción, una de las facetas más conocidas de Luis Nishizawa es la correspondiente al trabajo paisajístico. Dentro de dicha tradición, tan importante en México desde el siglo XIX y con figuras emblemáticas como José María Velasco y Gerardo Murillo “Dr. Atl”, Nishizawa encontró un sitio propio. Lo hizo gracias a su dominio de la técnica y a la mirada particular que modeló como resultado de dos circunstancias: el conocimiento del arte y la cultura japonesas –es conocido el influjo de su padre, el japonés Kenji Nishizawa– y su propia vinculación afectiva con los diferentes entornos naturales del Estado de México. En todo caso, el propio artista ha reconocido otras inspiraciones: “Me encantaría poder realizar ese cielo y ese colorido plateado del Valle de México, que tan bien enfatizó Velasco. Sin embargo, la principal influencia que tengo del paisaje es de Francisco Goitia, quien no era paisajista, pero su cuadro de La Hacienda de Santa María, es una de las obras que más me han impresionado”.[1]