En la integración ancestral de lo humano, lo divino y lo animal, convergen las pulsiones reflejadas en los principios cíclicos de origen, transformación y destrucción. La representación de lo informe, de la dualidad simultánea, de la percepción erótica del cuerpo, contiene impulsos conscientes e inconscientes que plantean conexiones entre la cosmogonía prehispánica, la energía transgresora del surrealismo o la alteración inusitada –y sus consecuentes medidas paliativas– de los universos sensoriales y afectivos.
La conformación de íconos y rituales ha afianzado las narrativas establecidas como expresiones exaltadas de apetitos e instintos elementales. La apropiación, fragmentación y desplazamiento de dichas imágenes, hace posible entenderlas a contrapelo de los discursos oficiales confrontándonos con la imposibilidad de aprehender la historia como una forma sólida e inmutable, e identificarnos con los deseos y aspiraciones que le dan forma.