Marco rectangular de esquinas redondeadas. Liso y moldurado con filetes convexos, escalonados y de media caña, ostenta, de acuerdo a los esquemas tradicionales en la platería novohispana y mexicana, ornato relevado en los ángulos y en los medios lados, a base de flores, bayas, hojarascas y ces vegetales. El tema principal de la decoración recae, sin embargo, en las rosas que componen en el copete un bello y emblemático rosal cuya doble simbología alude tanto al misterio del rosario, como a la aparición de la Virgen de Guadalupe, impresa milagrosamente en la tilma del indio Juan Diego al caer las rosas que le había mandado cortar en la cumbre del cerro del Tepeyac. Dispuestas con simetría en forma de guirnalda, sobresale el naturalismo con el que se plasman tallos, hojas y flores abiertas o cerradas, montadas en el aire con soltura y fresca ejecución. Sin duda, el marco fue realizado ex profeso para presentar a la imagen de la patrona de México, como denotan no sólo las rosas alegóricas sino el medallón elíptico con el anagrama de María que marca el eje axial, rodeado por rosario de cuentas y en medio de corona de láureas de gusto neoclásico[1].
Publicada y reproducida en 1941 por Valle-Arizpe antes de ser adquirida por el Museo Amparo, la pieza procede, según el mismo autor, de las Galerías de «La Granja». Ejemplar realmente exquisito, presenta además el evidente interés de su generosa leyenda que, aparte de dejar constancia de la fecha (26 de octubre de 1876) en la que se tomó razón de su peso (13 libras y 2 y ½ onzas de plata), contiene el nombre de su artífice: José Mayorga, platero de quien lamentablemente no tenemos más datos[2].
Bien resuelta en el plano técnico y ornamental, constituye una obra muy vistosa que merece una alta valoración artística por la combinación de elementos decorativos y alegóricos, expresivos, por otra parte, de la estética ecléctica característica de los gustos finiseculares del siglo XIX, en los que se reúnen y mezclan rasgos de estirpe clásico, neobarroco o neorrococó y romántico.
[1]. Este tipo de copete, con guirnalda de rosas y anagrama de María en medio, ya aparece en otro marco de plata de Galerías de La «Granja» de principios del siglo XIX. Valle-Arizpe, 1941: tomo II, fig. 90.
[2]. Anderson no lo incluye en su nómina de plateros de México. Cfr. Anderson, 1941: tomo I, Apéndice I, pp. 369-433.
Fuentes:
Anderson, Lawrence, El arte de la platería en México, 1519-1936, Nueva York, Oxford University, 1941.
Valle Arizpe, Artemio de, Notas de Platería, México, Polis, 1941.
Marco rectangular de esquinas redondeadas. Liso y moldurado con filetes convexos, escalonados y de media caña, ostenta, de acuerdo a los esquemas tradicionales en la platería novohispana y mexicana, ornato relevado en los ángulos y en los medios lados, a base de flores, bayas, hojarascas y
ces vegetales. El tema principal de la decoración recae, sin embargo, en las rosas que componen en el copete un bello y emblemático rosal cuya doble simbología alude tanto al misterio del rosario, como a la aparición de la Virgen de Guadalupe, impresa milagrosamente en la tilma del indio Juan Diego al caer las rosas que le había mandado cortar en la cumbre del cerro del Tepeyac. Dispuestas con simetría en forma de guirnalda, sobresale el naturalismo con el que se plasman tallos, hojas y flores abiertas o cerradas, montadas en el aire con soltura y fresca ejecución. Sin duda, el marco fue realizado ex profeso para presentar a la imagen de la patrona de México, como denotan no sólo las rosas alegóricas sino el medallón elíptico con el anagrama de María que marca el eje axial, rodeado por rosario de cuentas y en medio de corona de láureas de gusto neoclásico
[1].