Es muy probable que estas dos copas hayan pertenecido a una misma ofrenda y se hayan fabricado y utilizado juntas; no parece haber ninguna diferencia cronológica, temática o estilística entre ambas: se hicieron y utilizaron en la misma ciudad. Es probable que procedan de México-Tenochtitlan, pero se elaboraron objetos e imágenes muy similares en otras ciudades nahuas del Posclásico tardío; hay imágenes en la pintura mural de Ocotelulco, en Tlaxcala, que guardan una relación estrecha con las de estas copas.
Desde el punto de vista del estilo, se trata de obras características de la llamada Tradición Mixteca Puebla y los motivos pintados coinciden con los que vemos en los códices, la pintura mural y otras piezas de cerámica del Posclásico tardío. El tema sacrificial y el tipo de símbolos empleados aquí para aludirlo, corresponden con expresiones Mixteca Puebla de la Meseta central.
Una de las dos copas es más alta que la otra. La más baja no tiene otra decoración en su base que unas líneas paralelas, mientras que la más alta tiene también diferentes motivos pintados. La decoración en la copa de menor altura muestra un cráneo, una mano cortada, otro cráneo y otra mano; ambos cráneos tienen en su parte posterior un diseño semejante al utilizado para representar al corazón, pero en todo caso no se representan los corazones completos. Además, hay varias representaciones del “plumón de sacrificio”, un diseño típico de la Tradición Mixteca Puebla, consistente en un círculo con barbas o flecos que alude a los manojitos de plumas de garza que se pegaban con chapopote al cuerpo de los sacrificados.
La copa más alta muestra en su contorno un cráneo, dos huesos cruzados, otro cráneo y una mano cortada. En la base aparece una forma serpenteante que podría representar un nervio óptico, pues parece estar conectada a un ojo desprendido; algunos más aparecen en el otro lado de la base. El plumón de sacrificio se muestra tanto en el contorno del recipiente como en la base; todos los motivos pertenecen al contexto del sacrificio humano, aluden a la decapitación, a los huesos que los guerreros guardaban y exhibían como trofeos de guerra y a los corazones. En cuanto a las manos cortadas, aparecen desde el periodo Clásico y son muy frecuentes.
En la iconografía del Posclásico la asociación de todos estos elementos es muy común, pero las fuentes escritas, que relatan con detalle las ceremonias sacrificiales y la manipulación de los cuerpos mutilados, no ofrecen una explicación igualmente clara sobre el corte de las manos. Varias imágenes mexicas del Posclásico, como la monumental Coatlicue, muestran las manos cortadas. Los ojos fuera de sus órbitas y colgando del nervio aparecen también con cierta frecuencia, en especial en el Códice Borgia. Tampoco hay descripciones detalladas en las fuentes de algún procedimiento sacrificial o de manipulación de los restos sacrificiales en el cual se extrajeran los ojos, sólo conservamos el testimonio pictórico. Sí hay algún pasaje mítico en el cual los dioses ciegan a hombres soberbios con un punzón, que quizá sería un elemento derivado de prácticas sacrificiales o de tortura que existían en la vida real.
El simbolismo sacrificial de las copas se acentúa por el uso de un color rojo intenso en su interior. Seguramente se utilizaron en algún templo en el que se practicaban sacrificios humanos, y es posible que hayan sido enterradas como ofrendas, del mismo modo que se hacía con cuchillos, punzones, y partes del cuerpo humano de los sacrificados.
Es muy probable que estas dos copas hayan pertenecido a una misma ofrenda y se hayan fabricado y utilizado juntas; no parece haber ninguna diferencia cronológica, temática o estilística entre ambas: se hicieron y utilizaron en la misma ciudad. Es probable que procedan de México-Tenochtitlan, pero se elaboraron objetos e imágenes muy similares en otras ciudades nahuas del Posclásico tardío; hay imágenes en la pintura mural de Ocotelulco, en Tlaxcala, que guardan una relación estrecha con las de estas copas.