El mono es un personaje muy importante en la religión mesoamericana y se le representa con frecuencia en el arte, en especial en el trópico húmedo, en la costa del Golfo y en la región maya. Esta pieza tiene un intenso y brillante color negro, que podría corresponder con el uso de chapopote, técnica muy común en la cerámica del Golfo.
La afinidad morfológica existente entre el hombre y el mono fue un factor determinante para la inclusión del simio en la mitología de Mesoamérica; su movilidad y rapidez parecen haber favorecido que se le asociara con la danza. Esta figura podría ser un mono araña (por la delgadez de su cola y extremidades) o un mono aullador (por la forma de su hocico y las protuberancias sobre los ojos) o bien, como suele ocurrir con las imágenes mesoamericanas, un híbrido de ambas especies; las alusiones a los monos en la mitología mesoamericana son genéricas, no identifican especies.
En los mitos de origen de los nahuas y los mayas se habla de la transformación de algunos hombres en monos. Los hombres de madera del Popol Vuh fueron destruidos por los dioses, excepto algunos que sobrevivieron y se convirtieron en monos; en el relato nahua de los cinco soles, los hombres del Segundo Sol, Nahui Ehécatl, fueron arrastrados por fuertes vientos y se transformaron en monos. Esta asociación entre el mono y el dios del viento, Ehécatl, dio lugar a representaciones híbridas en el Posclásico, cuerpo de mono, máscara de dios del Viento. En el Popol Vuh hay otro relato de transformación en el cual los gemelos mayores Hun Batz y Hun Chuen son transformados en monos por atacar y perseguir a sus hermanos menores; desde entonces se vieron obligados a vivir en la selva, en las copas de los árboles. Estos dioses eran patronos de las artes y de los escribas mayas, y al parecer cada uno se convirtió en un tipo de mono distinto, Hun Batz en mono aullador y Hun Chuen en mono araña.
El conocimiento de estos relatos y la certeza de que el mono fue un personaje sacralizado, nos impiden ver en esta figura la simple representación del mono. Lo más probable es que se haya elaborado para un contexto ceremonial y podría aludir a la supervivencia de aquellos primeros hombres parcialmente exterminados por los dioses, o bien a alguno de los gemelos transformados. Monos que cargan y monos que bailan aparecen en numerosas representaciones bidimensionales y escultóricas. También es posible que se haya utilizado el disfraz de mono en algunas ceremonias: en el Códice Magliabechiano (fol. 55), aparece un sacerdote que danza con piel de mono. Además, el mono era uno de los 20 signos del calendario de 260 días.
La postura, los ademanes y los gestos del mono en esta representación de cerámica tienen un toque antropomórfico, como ocurre con la mayor parte de la fauna representada en Mesoamérica. Además tiene pendientes que cuelgan de sus orejas y que tienen precisamente el aspecto de los colmillos del mono aullador. La forma en que las piernas se doblan, y la ubicación de la mano/garra sobre una de ellas introducen cierta tensión dinámica a la figura, como si estuviera levantándose o sentándose. La sexualidad del mono ha sido destacada, se esculpió el pene del mono, con cierta delicadeza y un tamaño considerable; como la parte final se separaba del abdomen y quedaba frágil no se ha conservado.
El mono es un personaje muy importante en la religión mesoamericana y se le representa con frecuencia en el arte, en especial en el trópico húmedo, en la costa del Golfo y en la región maya. Esta pieza tiene un intenso y brillante color negro, que podría corresponder con el uso de chapopote, técnica muy común en la cerámica del Golfo.