Las orejeras se utilizaron a lo largo de toda la historia de Mesoamérica. Hay algunas cuyas formas y materiales son muy característicos de cierto período. Por ejemplo, las orejeras de jade y otras piedras verdes con forma de flor de cuatro pétalos –con filigrana, a menudo calada– son muy típicas del período Clásico y especialmente de ciudades de gran importancia, como Teotihuacán. Asimismo, las orejeras de cristal de roca o bien de oro con incrustaciones de turquesa son muy típicas del Posclásico.
Estas piezas parecen ser del Posclásico, cuando fue más común la orejera de obsidiana. Para todas las sociedades mesoamericanas de las que tenemos registro, las orejeras eran prendas empleadas para marcar el estatus de una persona. Se trataba de joyas jerárquicas. Usarlas o no marcaba una diferencia, pero además el tamaño y tipo de orejera expresaba la pertenencia a un estamento, la función y el grado de autoridad dentro de él. En el caso de los mexicas y otros pueblos del Posclásico, sabemos que sólo podían usar orejeras los individuos pertenecientes a la clase noble y que si un plebeyo o macehual las utilizaba podía ser condenado a muerte.
Las orejeras son carretes que se ensartan entre el lóbulo y el cartílago de la oreja y por lo tanto se requiere de una perforación considerable. Normalmente un individuo no pasaría de carecer de perforación a tener una de gran tamaño sin que transcurriera un proceso que le iría dando a su oreja la forma adecuada. En el caso de los nobles, los niños recibían pequeñas perforaciones para piezas también pequeñas puesto que no estaba en duda su derecho de usar las orejeras: su estatus estaba garantizado por la herencia.
En cuanto al estatus adquirido, que sería, notablemente, el caso de los guerreros, también había una suerte de escalafón, que conducía del prestigio de un guerrero valiente al alto rango de un gran capitán o de un maestro de jóvenes. Al más alto rango le correspondían los materiales más caros, el trabajo más fino y las dimensiones mayores.
Las orejeras se utilizaron a lo largo de toda la historia de Mesoamérica. Hay algunas cuyas formas y materiales son muy característicos de cierto período. Por ejemplo, las orejeras de jade y otras piedras verdes con forma de flor de cuatro pétalos –con filigrana, a menudo calada– son muy típicas del período Clásico y especialmente de ciudades de gran importancia, como Teotihuacán. Asimismo, las orejeras de cristal de roca o bien de oro con incrustaciones de turquesa son muy típicas del Posclásico.