En Mesoamérica, las piezas realizadas en cerámica tienen una antigüedad que se remonta al menos a hace 4000 años, y concretamente en la Cuenca de México, la industria de la alfarería se desarrolló desde épocas muy tempranas, en el periodo Preclásico (2500 a.C.-200 d.C.). El entorno alrededor de los lagos de México propició el desarrollo de sociedades que eventualmente establecieron asentamientos sedentarios dedicados a la agricultura y otras actividades, entre ellas la producción de objetos cerámicos. Ejemplos de piezas cerámicas tempranas se han recuperado en sitios como Zohapilco-Tlapacoya, Coapexco y Tlatilco.
En particular, este botellón zoomorfo pertenece al grupo de objetos elaborados y propios de una tradición cerámica desarrollada en Tlatilco, durante el Preclásico medio (1200-500 a.C.). Existió una enorme variedad de este tipo de objetos que se han localizado en este sitio y que incluye botellones compuestos, acinturados, con cuellos largos y con asa de estribo. Los botellones formaban parte de la cerámica doméstica, a la cual se pueden añadir las ollas, los cajetes, los cucharones y los platos, entre otros objetos que caracterizaron los tipos cerámicos de la Cuenca de México en esta etapa temprana. Sin embargo, los botellones con representaciones zoomorfas, fitomorfas o antropomorfas pudieron ser útiles también con contextos ceremoniales, para formar parte de ciertos rituales y el consumo de bebidas específicas. En este caso, este botellón representa un animal, seguramente un conejo, el cual estaba asociado directamente con las deidades lunares. Esto se explica porque los indígenas mesoamericanos identificaban como un conejo la mancha oscura que se observa en la luna llena. Las deidades lunares eran a su vez los dioses de una bebida embriagante: el pulque. Esto podría llevarnos a pensar que el contenido de este botellón era precisamente el líquido antes mencionado.
La pieza que describiremos aquí es un botellón zoomorfo realizado en barro modelado. Ésta tiene un cuerpo con forma arriñonada, compuesta por una base convexa y paredes curvo-convergentes. De la parte superior se desplante el cuello del botellón con paredes rectas que forman una boca circular con un borde redondeado. Toda la pieza fue alisada y posteriormente se recubrió con un engobe color crema al cual se le dio un acabado pulido.
En la zona de la base se le colocaron cuatro pequeñas tiras de barro como si fueran las patas del conejo, mientras que en la parte frontal de colocó un cilindro que sostiene una esfera para simular la cabeza. En la parte superior de la esfera se colocaron dos triángulos simulando las orejas del conejo. A los lados, se colocaron por pastillaje dos círculos con una línea incisa en medio simulando los ojos y en la parte frontal se colocó con una incisión dos roleos para representar la nariz y la boca del conejo. Por último, en la parte de atrás se colocó una pequeña protuberancia de barra representando la cola.
En Mesoamérica, las piezas realizadas en cerámica tienen una antigüedad que se remonta al menos a hace 4000 años, y concretamente en la Cuenca de México, la industria de la alfarería se desarrolló desde épocas muy tempranas, en el periodo Preclásico (2500 a.C.-200 d.C.). El entorno alrededor de los lagos de México propició el desarrollo de sociedades que eventualmente establecieron asentamientos sedentarios dedicados a la agricultura y otras actividades, entre ellas la producción de objetos cerámicos. Ejemplos de piezas cerámicas tempranas se han recuperado en sitios como Zohapilco-Tlapacoya, Coapexco y Tlatilco.