Lo más conocido entre las obras de arte mexica son sus esculturas. Aunque sabemos de la grandeza de otras representaciones, pocas de ellas han llegado hasta nuestros días. Por ejemplo, sabemos que los edificios tenían grandes programas pictóricos y se pintaron vistosos códices, aunque, desgraciadamente, de todos estos objetos tenemos pocos ejemplos. En cambio, poseemos notables esculturas monumentales que le han dado fama internacional al arte mexica. Junto a ello, uno de los casos más comunes en escultura son las de mediano formato que representan a distintas deidades en posición sedente y que, la mayoría de las veces, se han encontrado en ofrendas, custodiándolas.
Las piezas 1410 y 1417 de la colección del Museo Amparo presentan características semejantes. Ambas piezas son esculturas que no pasan del medio metro, fueron talladas en piedra basáltica y representan a una deidad en cuclillas. La pieza 1410 representa a un personaje con un tocado de plumas cortas y una banda de tela en la frente, la cual se anuda en la nuca y cae hasta la mitad de la espalda. A los lados de la cabeza, dos rectángulos simulan un adorno de papel y, en la parte inferior, se labraron dos orejeras circulares. El rostro del personaje posee una nariz aguileña, sus ojos son enmarcados por dos círculos que representan unas anteojeras y, debajo de la nariz, se esculpió una nariguera que se enrolla en sus extremidades. Estas características nos permiten identificar a este personaje como la deidad Tláloc.
Sus brazos se encuentran flexionados. El izquierdo se dobla hacia el torso, colocándose la mano sobre el pecho. En cambio, el brazo derecho se dobla sobre sí mismo, en forma de “U”, primero baja y luego sube a la altura del cuello, al tiempo que los dedos son representados con cuatro líneas incisas en la parte lateral de la escultura. El personaje se encuentra sedente. Los glúteos se apoyan en el suelo al igual que las plantas de los pies. Sabemos que el personaje está vestido con un taparrabos, ya que, en la espalda, que es completamente recta, se aprecian los pliegues horizontales y verticales de esta indumentaria e igualmente, en la parte frontal, entre las dos rodillas, se talló un círculo, una banda horizontal y dos verticales, que simulan el anudado frontal de la tela.
Por su parte la pieza 1417 se encuentra más erosionada. Su tocado apenas deja entrever una banda en zig-zag y tiene dos orejeras circulares. Se aprecia una concavidad que representa los ojos y una más para la nariz. La boca se proyecta hacia enfrente de manera irreal, simulando un pico de pájaro. Con ello, se puede identificar a esta escultura como la deidad de Ehécatl. El cuerpo muestra la espalda curveada, mostrando un mayor naturalismo que la escultura de Tláloc, ya que se representa también la espina dorsal. Los brazos están labrados en la zona lateral de la escultura y al llegar a la parte frontal se unen en una sola banda, simulando que el brazo izquierdo está por debajo del brazo derecho y ambos abrazan las rodillas. La posición en cuclillas es simulada con un labrado de un triángulo a los lados de la pieza, figurando la flexión de las piernas y en la parte frontal se encuentran dos bandas verticales que representan las espinillas. Esta deidad, al igual que la anterior, se encuentra vestida con un taparrabos que es simulado con una banda horizontal y una vertical en la espalda. Asimismo, la zona de los pies se encuentra fracturada, por lo que no se puede saber cómo estaban representados.
Llama la atención que en estas esculturas no se puntualizaron sus atributos. Solamente se labró la forma general del personaje. Esto se debía a que estas esculturas eran estucadas y con pintura se detallaban los ojos, el tocado y se coloreaban para reafirmar sus características e identidad, aunque en ambos casos, el deterioro de la escultura ha borrado estos detalles, dejándonos únicamente su forma pétrea.
Lo más conocido entre las obras de arte mexica son sus esculturas. Aunque sabemos de la grandeza de otras representaciones, pocas de ellas han llegado hasta nuestros días. Por ejemplo, sabemos que los edificios tenían grandes programas pictóricos y se pintaron vistosos códices, aunque, desgraciadamente, de todos estos objetos tenemos pocos ejemplos. En cambio, poseemos notables esculturas monumentales que le han dado fama internacional al arte mexica. Junto a ello, uno de los casos más comunes en escultura son las de mediano formato que representan a distintas deidades en posición sedente y que, la mayoría de las veces, se han encontrado en ofrendas, custodiándolas.