El dios de la lluvia es uno de los dioses más antiguos y, a la vez, más importantes en el panteón mesoamericano. Los pueblos de esta región eran agricultores por lo que es lógico adorar al dios que otorga el agua a la tierra. Según las fuentes nahuas del siglo XVI, el dios de la lluvia era el protector de los hombres y mandaba la lluvia para que las plantas, los árboles y los cultivos crecieran, pero al mismo tiempo tenía su aspecto negativo de destructor y enviaba el granizo, los rayos, las tempestades y las inundaciones. Vivía en un paraíso terrenal y desde allí daba los mantenimientos necesarios a los hombres. Para este dios se celebraban fiestas en los montes y en las cuevas y sacrificaban a los niños.
Cada cultura tenía su dios de la lluvia con sus nombres propios. Algunos tenían su forma particular y única como Cocijo de los zapotecos y Chaac de los mayas, y otros se representaban de manera casi idéntica como Tláloc de los mexicas, Dzavui de los mixtecos y el de los teotihuacanos que no conocemos su nombre original. El culto a la lluvia comenzó desde la cultura olmeca en el Preclásico temprano. Las representaciones del dios de la lluvia de todas las culturas posteriores derivaron de la máscara del hombre-jaguar de dicha cultura y evolucionaron de diferentes formas.
Esta pieza no tiene los rasgos típicos del dios de la lluvia de las culturas de la Meseta central cuya imagen se estableció en la época teotihuacana. Sin embargo, podemos identificarlo como una variante por sus ojos redondos muy pronunciados, su trompa y sus orejas rectangulares alargadas que son elementos que se encuentran en algunas representaciones asociadas a dicha deidad. Dos líneas verticales que salen de las cejas podrían ser una forma reminiscente de las cejas flamígeras de la máscara del hombre-jaguar olmeca que es el origen de los dioses de la lluvia en Mesoamérica.
El dios de la lluvia es uno de los dioses más antiguos y, a la vez, más importantes en el panteón mesoamericano. Los pueblos de esta región eran agricultores por lo que es lógico adorar al dios que otorga el agua a la tierra. Según las fuentes nahuas del siglo XVI, el dios de la lluvia era el protector de los hombres y mandaba la lluvia para que las plantas, los árboles y los cultivos crecieran, pero al mismo tiempo tenía su aspecto negativo de destructor y enviaba el granizo, los rayos, las tempestades y las inundaciones. Vivía en un paraíso terrenal y desde allí daba los mantenimientos necesarios a los hombres. Para este dios se celebraban fiestas en los montes y en las cuevas y sacrificaban a los niños.