El tiempo en las cosas II. Salas de Arte Contemporáneo
 "Palma ". Escultura votiva de un roedor | El tiempo en las cosas II. Salas de Arte Contemporáneo | Museo Amparo, Puebla
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"Palma ". Escultura votiva de un roedor

Cultura Cultura de El Tajín
Región Veracruz
Período 3 Clásico tardío
Período 4 Clásico tardío
Año 600-900 d.C.
Técnica Piedra volcánica esculpida
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1264
Período Clásico tardío
Medidas 23.8   x 10.4  x 19  cm
Ubicación Salas de Arte Contemporáneo. Piezas Prehispánicas
Investigador

En la región de El Tajín como también en la costa y las montañas del centro de Veracruz, yugos, hachas y palmas suelen formar parte de la ofrenda funeraria de individuos pertenecientes a los más altos estratos de la sociedad. Muchas veces salpicados con polvo rojo y en ocasiones acompañados por cascabeles de cobre, son elementos insustituibles de un culto que resume la expresión simbólica del período Clásico tardío y de la primera mitad del Epiclásico local.

Cuando Proskouriakoff advirtió sobre las dificultades que encontraba para reconocer una misma unidad estilística en objetos aparentemente “contemporáneos”, seguramente pasó por alto que se trataba de esculturas que probablemente habían participado en circuitos rituales de muy larga duración y que sus contextos de aparición bien podían poner en contacto piezas labradas en momentos muy distintos y no sólo en regiones diferentes.

Si atendemos las convenciones estilísticas de la escultura de El Tajín es posible, hasta cierto punto, saber que podía haber ido “antes” y que iría “después”, pero cuando se trata de objetos labrados fuera del ámbito veracruzano, saturados de préstamos estilísticos venidos de tradiciones artísticas ajenas, la tarea de colocarlos en una secuencia temporal lógica se complica enormemente. Si además tenemos en cuenta que varios de ellos pudieron haber sido reutilizados y que serían conservados a través del tiempo, entonces el panorama se obscurece todavía más. Basta con recordar aquí el caso de las hachas y yugos recuperados en el Palacio de Palenque como para darnos cuenta de la enorme variabilidad estilística de esta clase particular de esculturas e inclusive de las adaptaciones que se hicieron a sus modelos de origen cuando en el área maya se tallaron pequeñas cavidades con el propósito de incrustar conchas trabajadas a manera de cartuchos glíficos.

La pieza que aquí nos ocupa es igualmente desafiante que aquellas venidas de tierras tan distantes como pueden ser la Península de Yucatán y la costa del Pacífico guatemalteco. Si bien en este caso la piedra volcánica advierte sobre su probable origen en la costa del Golfo de México, la figuración de este rostro de un roedor rompe de lleno con las características que serían esperables a partir de su comparación con la escultura de El Tajín.

Lo que más sorprende es que su hechura prácticamente ha comprometido la permanencia de los rasgos distintivos de esta clase de objetos. Es decir, muy poco es lo que todavía guarda relación con aquellas esculturas tan apreciadas en Mesoamérica. Quizá la forma de la base es el rasgo más conservador en una revolución plástica que define a tan magnífica pieza. El tema mismo del roedor es completamente ajeno a las palmas labradas en el período Clásico, pero la nuestra es de factura ciertamente tardía y no sería improbable que hubiera sido labrada en territorios muy alejados de El Tajín.

Sólo el tratamiento de la oreja –mucho más “cursivo” en el contorno– guarda cierto grado de afinidad estilística con la figuración de los animales representados en los relieves de esta gran metrópoli del norte de Veracruz pero, por lo demás, estamos frente a un ejemplo extraordinario del proceso de transformación que debieron seguir estas obras de arte antes de desaparecer del universo ritual prehispánico.

En la región de El Tajín como también en la costa y las montañas del centro de Veracruz, yugos, hachas y palmas suelen formar parte de la ofrenda funeraria de individuos pertenecientes a los más altos estratos de la sociedad. Muchas veces salpicados con polvo rojo y en ocasiones acompañados por cascabeles de cobre, son elementos insustituibles de un culto que resume la expresión simbólica del período Clásico tardío y de la primera mitad del Epiclásico local.

Obras de la sala

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