Una de las manifestaciones más notables del arte mesoamericano fue la pintura mural. Y Teotihuacán, por su enorme extensión y por la solidez de sus edificios, recubiertos de estuco por dentro y por fuera, fue el lugar en el que se produjo la mayor cantidad de obras murales.
El color predilecto de los teotihuacanos fue el rojo, un rojo que en la mayoría de los casos se obtenía del óxido de hierro o hematita. Muchas superficies exteriores estaban decoradas con una combinación de rojo y blanco. El blanco, más bien amarfilado, no era otra cosa que el color del estuco bruñido. Los frisos de algunas pirámides y también algunos muros exteriores de otras construcciones tenían pinturas polícromas que daban a la calle. Pero la mayoría de las pinturas coloridas y complejas formaban parte de la decoración interior de casas, palacios y monasterios. La policromía de estas pinturas de los interiores fue mucho más variada que la que se utilizaría en el Posclásico. En este fragmento pueden apreciarse, además del rojo, el verde, el amarillo y algo de azul.
El fragmento que vemos fue recortado y desprendido de la pared del conjunto hoy conocido como Techinantitla, y formó parte de un grupo de figuras en el que había otras aves, serpientes, árboles, signos calendáricos y otros motivos. El color verde, la cresta y la cola nos permiten identificar al quetzal, un ave tan importante para los teotihuacanos que el tocado insignia de la ciudad estaba coronado con plumas de quetzal. Estas plumas se asociaban con la vegetación y también con la riqueza y el poder.
La figura del quetzal desfila o marcha. Esto es muy común en Teotihuacán y en el arte mesoamericano en general: lo que podríamos llamar una antropomorfización de los animales. Por otra parte, es típico de la pintura mural teotihuacana la representación de figuras de perfil que avanzan en procesión. Además, este quetzal lleva un estandarte, que debe ser de guerra puesto que otros quetzales del mismo conjunto pictórico llevaban escudos o chimallis.
Una vírgula que sale del pico nos indica que el ave está cantando. Este recurso de la vírgula es muy común en Teotihuacán, y ya tenía desde entonces la polisemia que observamos en el Posclásico: música, canto, grito, y en otros contextos, humo, sonido, aroma.
Una de las manifestaciones más notables del arte mesoamericano fue la pintura mural. Y Teotihuacán, por su enorme extensión y por la solidez de sus edificios, recubiertos de estuco por dentro y por fuera, fue el lugar en el que se produjo la mayor cantidad de obras murales.