Nuestra pequeña escultura representa a un personaje sentado en una elaborada banca de cortas patas inclinadas y un ancho respaldo horizontal. El rostro del personaje es el de un hombre de ojos almendrados, nariz aguileña y barba pronunciada. Su postura es templada, sus manos de largos dedos descansan sobre el reposabrazos integrado, mientras nos mira de frente.
Su indumentaria es elaborada: el tocado que ostenta está compuesto por varios elementos entre los cuales destacan una especie de turbante que lleva una hilera de figuras modeladas en forma de almena y un moño central que está coronado por un medio arco formado por una serie de formas ovaladas que seguramente representan plumas. El personaje porta además una nariguera de medio círculo, un par de orejeras de tapón, a la vez que un collar de cuentas enlazadas.
Este ejemplo escultórico que se liga a la imagen de los gobernantes y señores, y a la manera en la que se auto representan, comparte una temática característica de Teotihuacán, la urbe que controló Mesoamérica durante la época del clásico, aunque probablemente no fue fabricada allí. Esta pieza de barro modelado emplea las técnicas de enrollado, alisado, pastillaje e incisión, y está pintada con una capa de color, logrado a partir de pigmentos de origen mineral y vegetal.
La técnica de fabricación de la pieza se inicia a partir de delgadas tiras de barro enrollado y de repetidas aplicaciones modeladas en tercera dimensión. Contrasta con la que prevalece entre los alfareros teotihuacanos, entre quienes la temática de los personajes entronizados generalmente se realiza, ya sea a partir del uso de la técnica de modelado o a partir del uso de moldes -tal como lo muestran los ejemplos que albergan varios museos como el de Antropología e Historia en la Ciudad de México, o el Peabody en la Universidad de Harvard-, y la manera en la que se fabricó nuestra escultura de un soberano sobre un asiento remite al trabajo alfarero que caracteriza a la producción cerámica del sur de Veracruz.
Lo anterior señala la relación que existió entre esta región y Teotihuacán. Nos remite a los elementos que permiten pensar que allí hubo una presencia teotihuacana, que se reconoce por medio de la arquitectura con talud y tablero y por las cerámicas de diferente tipo semejantes a las de la urbe. Por ello nuestra escultura es muestra de que en Veracruz se recogen elementos que reflejan la influencia teotihuacana que, por lo general, consiste en la manufactura local de temas que se gestaron durante la hegemonía de la urbe, y que prevalecen tras su ocaso.
Su singularidad reside en el hecho de que la parte superior de la escultura del personaje, en este caso el tocado, cumple la función de un brasero o de un incensario, que se usaba para quemar algún material aromático, y en el que se producía humo. De tal manera, la figura del personaje, quizás la de un gobernante, se vería envuelta en una humareda, como parte de las ceremonias ligadas al poder, y nos remite a la manera en la que para fortalecerse los gobernantes usaban sahumerios con humos de resinas aromáticas e inciensos. El humo aromático permitiría su incorporación al ámbito de lo sagrado y así su vínculo con los dioses.
Nuestra pequeña escultura representa a un personaje sentado en una elaborada banca de cortas patas inclinadas y un ancho respaldo horizontal. El rostro del personaje es el de un hombre de ojos almendrados, nariz aguileña y barba pronunciada. Su postura es templada, sus manos de largos dedos descansan sobre el reposabrazos integrado, mientras nos mira de frente.