Cultura | Centro de Veracruz |
Estilo | Etapa de influencia teotihuacana |
Región | Costa del Golfo |
Período | Clásico temprano |
Año | 200-600 d.C. |
Período 9 | Clásico temprano |
Año | 200-600 d.C. |
Técnica | Barro modelado; patas moldeadas; figura fijada con pastillaje |
Medidas |
12.2 x 11.7 cm (diámetro) |
Ubicación | Sala 6. Arte, forma y expresión |
No. registro | 52 22 MA FA 57PJ 1226 |
Investigador |
Esta pieza se define técnicamente como vaso trípode, de fondo plano y patas escalonadas. Es un tipo cerámico muy característico de la ciudad de Teotihuacán, pero que también encontramos en otras zonas durante el periodo en el que tuvieron un contacto estrecho con Teotihuacán, como la región maya de las Tierras bajas y la Costa del Golfo de México. Los comerciantes de la costa tenían al menos un barrio en la ciudad del valle de México, desde el cual gestionaban su actividad, diferentes mercancías viajaron en ambas direcciones.
Los vasos trípodes fueron reinterpretados en diferentes ciudades de Mesoamérica; en la costa fueron cubiertos con una decoración muy característica de entrelaces. Se trata de la típica greca que asociamos con El Tajín pero que aparece antes del florecimiento de dicha ciudad y que los propios teotihuacanos imitaron en algunas obras. El predominio de la greca en el diseño exterior de este vaso, hace pensar que se trata de una pieza de la costa. Además, la pintura negra, aparentemente de chapopote, que cubre a la figura situada en el interior del vaso, fue muy utilizada en la zona de Veracruz.
Es un vaso notable por su calidad y buena conservación si se le mira desde el exterior, pero excepcional si consideramos lo que tiene dentro. Cuando la pieza estaba fresca, antes de la cocción, el artesano elaboró otra figura que pegó en el fondo del vaso. Después coció la pieza y la figura quedó fija dentro del recipiente. Se trata de un mono o, para ser exactos, de una figura con algunos rasgos antropomórficos pero cuyo aspecto (particularmente su larga cola enroscada) recuerda a un mono. Podría tratarse de un mono aullador o de un mono araña; ambas especies son frecuentes en el trópico húmedo y aparecen en los relatos míticos de los pueblos mesoamericanos.
Lo más llamativo de esta pieza es que el mono aparece sentado en una actitud muy humana, observamos que apoya su “mano” derecha para dar equilibrio a su postura, que también es una forma de sentarse propia de hombres y mujeres. El mono nos mira, dirige su mirada hacia arriba, hacia afuera del vaso, y lo hace con un ademán de un realismo impactante: se lleva la mano izquierda a la frente, para protegerse de la intensidad de la luz que procede del exterior. El talento artístico de esta pieza es muy sobresaliente. Destaca su sentido anecdótico o narrativo y su carácter lúdico. El mono, que está o vive dentro del vaso, asume la presencia de un observador: el artesano que lo elaboró, el noble que lo recibió, quienes colocaron el vaso presumiblemente en una ofrenda.
Es muy probable que este vaso haya tenido una tapa, como muchos otros de este tipo la tuvieron. Al destaparlo, la luz entra de lleno en el recipiente. El mono, interrumpido en su descanso, dirige la mirada hacia el observador indiscreto y, para protegerse del rayo de luz que ha entrado de súbito en su habitáculo, se lleva la mano a la frente y así dirige la mirada al observador, al usuario, al intruso… Y ahora, al visitante del museo.