En 1962, Salvador Elizondo, Juan García Ponce y Emilio García Riera fundaron una revista semanal a la que llamaron S.nob. Con un nulo éxito económico —y, por ello, de corta vida, sólo siete números—, la revista convocó la participación de artistas y literatos de distintas corrientes vanguardistas de la época: los artistas de la “Generación de la Ruptura”, los escritores asociados al taller de la Casa del Lago, los críticos de la revista Nuevo Cine, y los miembros del teatro pánico, entre otros. Según Kati Horna, la revista significó para ella “el episodio más fructífero de su carrera”.
Si bien sus fundadores tenían un claro afecto por el surrealismo psicológico de André Breton, S.nob se decantó por la estética transgresora del “exceso” surrealista de Georges Bataille. La idea de la transgresión también afectó el aspecto formal y editorial de la revista, impactando su propuesta de maquetación y tipografía, así como, muy particularmente, su aprovechamiento intencional de “las posibilidades expresivas” de la fotografía. Lo anterior se aprecia en las tres contribuciones de Kati Horna a la revista publicadas como parte de su sección “Fetiches”: Oda a la Necrofilia, se publicó como el “Fetiche” número 1, y Paraísos artificiales, como el número 4.
Como describió la misma Horna, ambas fotohistorias de influencia freudiana –de ahí su identificación como “fetiches”— surgieron de un proceso creativo y colaborativo muy fluido. Oda a la Necrofilia fue una puesta en escena y una “acción” realizada con Leonora Carrington, y Paraísos artificiales la produjo con Luz del Amo. Con Carrington ya había colaborado en fotomontajes y escenificaciones anteriores en los que también había participado Remedios Varo.
Oda a la Necrofilia construye una historia en que se entreteje lo onírico, lo sexual y lo macabro, todos ellos elementos de la “inquietante extrañeza” (Umheilich o lo siniestro) descrita por Freud. El efecto siniestro también se aprecia en buena parte de las producciones surrealistas asociadas a la muerte o la locura. Tanto en Oda a la necrofilia como en Paraísos artificiales la inquietante extrañeza está producida por la conjunción de lo vivo y lo inanimado, lo tenebroso y lo familiar, por el cuerpo tomado como un objeto, y por la sugerencia de una dimensión oculta en lo cotidiano. De ahí el interés de Horna de los cuerpos yacentes —como muertos—, así como del uso reiterativo de los maniquíes, las máscaras y las muñecas, o de los espectros producidos por sobreimpresión, reflejo o puesta en escena.
Probablemente las series más logradas y características de Kati Horna, Oda a la Necrofilia y Paraísos artificiales (1962) constituyen hoy su contribución más personal a una fotografía mexicana que en esos años se centraba en lo documental y social. Colaborativa, narrativa y transgenérica, la fotografía onírica de Horna es un claro antecedente de la producción serial y discursiva centrada en la acción del cuerpo que surgirá tres décadas más tarde con las corrientes posmodernas y feministas en la fotografía.
En 1962, Salvador Elizondo, Juan García Ponce y Emilio García Riera fundaron una revista semanal a la que llamaron S.nob. Con un nulo éxito económico —y, por ello, de corta vida, sólo siete números—, la revista convocó la participación de artistas y literatos de distintas corrientes vanguardistas de la época: los artistas de la “Generación de la Ruptura”, los escritores asociados al taller de la Casa del Lago, los críticos de la revista Nuevo Cine, y los miembros del teatro pánico, entre otros. Según Kati Horna, la revista significó para ella “el episodio más fructífero de su carrera”.