El arte del occidente de México fue por mucho tiempo una incógnita. Fuera de ciudades del Posclásico como Tzintzuntzan, el conocimiento de su desarrollo y de los pueblos que ahí habían florecido era un enigma. Chupícuaro fue de los primeros lugares en excavarse y estudiarse sistemáticamente, lo cual dejó ver una cultura con obras de arte que compartían las características estilísticas del momento, pero añadían elementos propios e identitarios.
En la pieza cuatro del número 738 del catálogo de la colección del Museo Amparo corresponde a una mujer de pie, con las piernas separadas y los brazos extendidos a los lados. Esta pieza se encuentra incompleta, faltando la parte de la cabeza, elemento principal de la plástica del Preclásico. A pesar de ello podemos ver elementos característicos del momento. En primer lugar, el torso es recto y tiene en la parte superior una banda horizontal con incisiones diagonales que representan un collar. A los lados surgen dos pequeñas formas cónicas, para representar los brazos, mientras que enfrente están dos grandes esferas representando los senos, los cuales se proyectan ligeramente hacia la parte externa. Asimismo, debajo de los pechos se encuentra una gran esfera representando el vientre de la mujer. Por último, de la parte inferior surgen dos conos para constituir las piernas.
La superficie de la figurilla se encuentra alisada, aunque encontramos pequeños restos de lo que pudo ser una pintura postcocción o un engobe de color rojo en las piernas. Asimismo, la parte posterior de la pieza está completamente lisa, sin hacer distinción alguna entre las piernas, la espalda o los brazos, características típicas del momento.
En esta pieza se pueden ver lo general y lo particular del arte de Chupícuaro. En lo general se encuentra la poca atención que los artistas le ponían a los brazos y las piernas, siendo estos elementos únicamente simulados con una forma cónica. En cambio, el interés central estaba en el pecho y la cara. En este caso, la tradición local exageró los senos y el vientre, principales símbolos de fertilidad; prescindiéndose de un elemento tan común como era la cintura adelgazada -para hacer notorias las caderas-. Lamentablemente un rasgo que podría dar más luz sobre la identidad de la pieza, como es la cabeza, se encuentra perdida y únicamente cabe especular que tenía una forma circular con pequeñas tiras al pastillaje, las cuales remarcaban los rasgos y ostentaba un elaborado tocado.
Fuera de ello, lo que sí es evidente en esta pieza es la preocupación del artesano por reflejar de manera obvia la fertilidad. Situando el foco de atracción en los senos y el vientre, quedando así explícita la finalidad de la pieza, haciendo patente el vínculo de la mujer y su capacidad creadora y, con ello, la vida del poblado.
El arte del occidente de México fue por mucho tiempo una incógnita. Fuera de ciudades del Posclásico como Tzintzuntzan, el conocimiento de su desarrollo y de los pueblos que ahí habían florecido era un enigma. Chupícuaro fue de los primeros lugares en excavarse y estudiarse sistemáticamente, lo cual dejó ver una cultura con obras de arte que compartían las características estilísticas del momento, pero añadían elementos propios e identitarios.