Los primeros pueblos que se desarrollaron en el Valle de México eran pequeñas aldeas que no superaban las veinte casas. Estas poblaciones se encontraban dispersas y aprovechaban los recursos que había a su alrededor. Pese a esta dispersión, tenían en común un centro donde realizaban rituales en conjunto.
De este periodo las obras más características son las figurillas femeninas con grandes caderas y un marcado trabajo en la cara, el cual resalta aún más si lo comparamos con otras partes del cuerpo que apenas son simuladas.
En el caso de la pieza 653 de la colección del Museo Amparo, se distingue la representación de una figurilla femenina elaborada en barro. Se encuentra de pie, tienen las piernas separadas y extendidas, los brazos se despliegan a los lados y la cabeza mira hacia enfrente. Los focos de atracción de esta pieza son las grandes caderas y la cara, la cual es más detallada que el resto del cuerpo, aunque también los pezones y la vagina se marcan de una forma prominente.
La cabeza tiene una forma circular. En la parte superior porta una banda con líneas verticales incisas y de ahí se deprende una forma cuadrangular con las mismas incisiones para representar un peinado compuesto por dos chongos. A cada lado de la cabeza se encuentran dos pequeñas esferas con una perforación en el centro, las cuales representan las orejas. La parte principal de la cabeza es el rostro con facciones mayores a la realidad. Las cejas se componen por una tira vertical colocada al pastillaje y se unen en la parte central de la cabeza, formando con ello un triángulo isósceles. Los ojos también se elaboraron con una delgada tira colocada al pastillaje que los contornea. Son delgados y reducen su grosor en el extremo, mientras que en la parte central tienen un círculo con una pequeña perforación para representar el iris y la pupila. La nariz tiene una forma triangular y sobresale poco de la cabeza; mientras que la boca es ovalada con tres perforaciones, para simular los dientes.
El cuello está poco marcado y es muy grueso, sirviendo para unir la cabeza con el torso, partes que tienen el mismo ancho. En la parte superior del tronco salen a los lados dos formas cónicas, las cuales terminan en una arista redondeada. Estas se emplean para representar los brazos llamando la atención la completa exclusión de las manos. En el pecho, por otro lado, tiene dos pequeñas elevaciones para simular los pechos y en el centro de cada elevación se colocó un gran círculo al pastillaje para figurar los pezones. Asimismo, en la parte inferior se encuentra una gran perforación como ombligo y de ahí surgen las piernas. Llama la atención que en medio de estas extremidades se marca de una forma prominente la vagina con una gruesa línea incisa que llega hasta debajo del ombligo.
Las piernas son uno de los elementos más llamativos de la pieza, ya que se componen por dos grandes esferas y en la sección inferior tienen un pequeño pellizco que deforma la pieza y simula los pies. Al igual que pasó en el caso de las manos, en la representación de las extremidades inferiores no están marcados los dedos, centrando toda la atención en los muslos.
La parte posterior de la pieza es más sencilla, encontrándose una superficie plana, sin ningún relieve en los muslos, la espalda, los brazos o el cuello, hallándose únicamente pequeñas líneas incisas en la nuca para representar el cabello. Esto nos indica que la pieza no se colocaba de forma vertical, ya que su volumen y su nula superficie de soporte en los pies, hacían imposible se mantuviera erguida. Esto se relaciona con los hallazgos arqueológicos de estos objetos, ya que están asociadas a las ofrendas de los entierros y en específico se hayan colocadas dentro de los platos y viendo hacia arriba.
Asimismo, los restos de pigmento registran que la pieza se encontraba con el cuerpo pintado de ocre y el cabello de rojo. El color ocre, junto a los grandes muslos de la pieza, lo destacado de la vagina y los pezones, muestra el estrecho vínculo con la fertilidad que tenía la pieza y, con ello, la importancia de este concepto para las sociedades del Preclásico, ya que no sólo implicaba el surgimiento de las plantas y animales (principal fuente de sustento de las sociedades), sino que también incluía el nacimiento de los humanos y con ello la vida del poblado.