El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Escultura de jaguar | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Escultura de jaguar

Cultura Mexica
Región Valle de México
Período Posclásico
Período 9 Posclásico
Año 1000-1521 d.C.
Técnica

Basalto desgastado y desbastado

Medidas 30.25   x 21.5  cm
Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1604
Investigador

Desde los primeros asentamientos humanos, los animales fueron usuales en las representaciones que plasmaban los grupos. A ellos se les dieron características divinas y se le asociaron con fenómenos naturales que eran difíciles de representar de una forma concreta, de darles una materialidad. Muchas veces este vínculo se creaba por la relación que había entre la aparición de un animal con el fenómeno. Cuando las aves emigraban llegaba el invierno, cuando los sapos comenzaban a croar comenzaban las lluvias, entre muchos otros indicios.

Entre la gran variedad de animales que vivían en el territorio, el jaguar causó una fascinación especial. Su tamaño, su cuerpo moteado, su ferocidad, su agilidad, lo convirtieron en uno de los animales preferidos para ser significado y resignificado, es decir, para adquirir una noción divina. En un inicio, su vínculo se hizo con el agua que emergía de la tierra. También, se asoció con el gobernante y el poder; aunque, al final del periodo prehispánico, adquirió nociones que lo relacionaban con lo frío, lo húmedo, lo nocturno y lo femenino. Es decir, con una de las fuerzas antagónicas que creaba el mundo.

La pieza 1604 de la Colección del Museo Amparo corresponde con una bella escultura de un jaguar. Podemos notar que la pieza representa a este felino parado en sus cuatro patas, con la espalda ligeramente encorvada y la cola cayendo de manera vertical, pegada a su pata trasera izquierda. Llama la atención que el eje de la pieza no es completamente recto, ya que, aunque en su vista frontal sigue una línea recta vertical, en la parte posterior, el eje se inclina ligeramente hacia la izquierda, lo que hace que la pieza, en la vista de planta presente una ligera inclinación. Ello, ante de significar un desacierto en la obra, le da movimiento, captura el momento en el cual el jaguar, sigilosamente se encuentra al asecho. Esta sensación se acompaña con la expresividad de las piernas. La extremidad delantera del lado derecho se adelanta un poco, dando un paso para el ataque; mientras que la izquierda se flexiona ligeramente. Por otro lado, las extremidades traseras se distinguen al remarcarse el muslo y repiten la posición de las delanteras, adelantando un poco la extremidad derecha y retrocediendo un poco la izquierda.

La expresividad desafiante se potencializa con las grandes patas que se le colocan al felino, ya que, al llegar a la base de la pieza, en lugar de achicarse, se ensanchan, mostrándonos una poderosa zarpada. Las garras son representadas con un desgaste de líneas con lo cual se marcan cada uno de los dedos.

El elemento más característico es la cabeza. Esta tiene una forma oval, siendo más grande su anchura que su altura. El hocico se proyecta hacia enfrente, donde termina en una forma circular, en medio de la cual está desgastada una línea para marcar la boca.  A cada uno de los lados se encuentran dos concavidades circulares que representan las cuencas oculares y dentro está otra concavidad con el borde ligeramente remarcado, simulando el ojo. Las orejas son muestra de la maestría del escultor, ya que, de una manera muy sencilla, desgastándose ligeramente una concavidad a cada lado, simulan que se encuentran pegadas a la cabeza, en actitud de alerta para percibir los posibles peligros antes de su ataque.

Por último, también se esculpió la base de la pieza, la cual corresponde a una forma rectangular, indicándonos que la pieza se encontraba inserta en una superficie arquitectónica, aunque, por su tamaño, seguramente no estaba hecha para ser contemplada a la distancia.

Desde los primeros asentamientos humanos, los animales fueron usuales en las representaciones que plasmaban los grupos. A ellos se les dieron características divinas y se le asociaron con fenómenos naturales que eran difíciles de representar de una forma concreta, de darles una materialidad. Muchas veces este vínculo se creaba por la relación que había entre la aparición de un animal con el fenómeno. Cuando las aves emigraban llegaba el invierno, cuando los sapos comenzaban a croar comenzaban las lluvias, entre muchos otros indicios.

Obras de la sala

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