Cada cultura crea un cúmulo de símbolos que le son comunes, los cuales, acompañados por una forma propia de representarlos, crean un lenguaje visual con códigos prestablecidos que le ayudan a comunicar creencias e ideas. En el México prehispánico encontramos que muchas veces estos elementos nos ayudan a darle un origen a las piezas. Así, la presencia de temas como la guerra y el sacrificio nos ligan los objetos con el Posclásico, los cuerpos humanos mayas y teotihuacanos son inconfundibles, e incluso todo un complejo de símbolos, como la cruz de San Andrés, las cabezas con hendiduras, los rostros con facciones duras, entre muchos otros, son comunes en las representaciones del Preclásico.
En el caso de la pieza 897 tenemos un cajete elaborado en el Preclásico. Éste posee una base recta que da pie a un cuerpo con paredes recto-divergentes, terminando en un borde redondeado. En la parte interna se repite la forma de las paredes llegando a un fondo ligeramente cóncavo.
La pieza tiene un engobe gris en el exterior, cerca del borde, el cual está cuidadosamente pulido, aunque encontramos a lo largo de él pequeños fragmentos que se han desprendido dejando entrever la pasta crema de la pieza. El resto del cajete está cuidadosamente alisado, generando una superficie homogénea, la cual tiene tonalidades de color rojo, posiblemente por un engobe que se perdió y del cual sólo queda una coloración carmesí que nos da cuenta de ello.
En esta superficie se crea un decorado con esgrafiado. Una línea finamente elaborada delimita la banda del engobe, la cual no tiene variaciones en su forma, lo que nos puede hablar de que el ceramista se ayudó de algún instrumento para su trazo. En la parte inferior se esgrafiaron dos líneas verticales y una forma de “U” invertida, diseño que se repite tres veces a lo largo de la pieza.
La forma de “U” invertida es un símbolo común en el Preclásico y la podemos ver en otras vasijas esgrafiada, pero también la encontramos en las esculturas, en la parte superior de los altares de La Venta y grabada en la piedra en Chalcatzingo, como ocurre en el relieve de El Rey, incluso se encuentra esgrafiada en algunas piezas de jade. Ello nos muestra que era un símbolo común del Preclásico, el cual se desplegaba en distintos materiales.
Su significado, aunque confuso, por la relación que tiene en las otras obras, se ha asociado con las nubes. Es importante mencionar que muchos de los símbolos que se crearon en este momento estaban vinculados con la naturaleza: el agua, la lluvia, las plantas y la fertilidad; existen también muchos otros motivos relacionados con el poder y el gobierno que, debido a la distancia temporal, es casi imposible saber con certeza su significado.
Con ello se muestra por medio de los objetos, aquellos tópicos que la sociedad pensaba importante, los cuales podrían ser plasmados de una forma sencilla en un cajete, como la pieza 381, o podían ser exaltados en grandes obras de piedra.
Cada cultura crea un cúmulo de símbolos que le son comunes, los cuales, acompañados por una forma propia de representarlos, crean un lenguaje visual con códigos prestablecidos que le ayudan a comunicar creencias e ideas. En el México prehispánico encontramos que muchas veces estos elementos nos ayudan a darle un origen a las piezas. Así, la presencia de temas como la guerra y el sacrificio nos ligan los objetos con el Posclásico, los cuerpos humanos mayas y teotihuacanos son inconfundibles, e incluso todo un complejo de símbolos, como la cruz de San Andrés, las cabezas con hendiduras, los rostros con facciones duras, entre muchos otros, son comunes en las representaciones del Preclásico.