Cuando los mexicas arribaron a la cuenca del centro de México, diversos grupos se encontraban asentados alrededor del lago. Pueblos tepanecas y acolhuas convivían en esta región, siendo la ciudad de Azcapotzalco la más poderosa. En estos poblados, las personas utilizaban distintos tipos cerámicos, uno de ellos tenía un engobe anaranjado y se decoraba con gruesas líneas negras. Estas vasijas con el paso del tiempo seguirán existiendo, pero se irán refinando: el engobe se hará más pulido y la decoración será cada vez más delicada, mostrándonos con ello el desarrollo que irán teniendo estas sociedades lacustres.
La pieza 141 es un cajete Azteca I Negro sobre Anaranjado. Posee base plana, cuerpo curvo-convergente, boca circular y borde redondeado. El fondo, aunque es cóncavo, tiene una forma circular convexa que recibe el nombre de “botón”. La pieza se encuentra recubierta en su totalidad con un engobe anaranjado pulido y en la parte externa se pueden apreciar grandes nubes de cocción.
La decoración se aplicó antes de la cocción y consta de gruesas líneas color negro. En el borde se aplicó una línea que recorre toda lo boca, aunque la mayor parte de la decoración se encuentra en la parte interna. Ahí, a la mitad de las paredes de la vasija se empleó una línea ondulada que recorre la pieza. Posteriormente se encuentran tres líneas horizontales recorriendo la circunferencia de la pieza y la última de ellas se colocó en el inicio del fondo. Estas líneas, al hacerse a mano alzada, hace que muchas veces se unan entre sí y otras veces se separen.
El fondo de plato contiene gruesos trazos caligráficos con líneas circulares que se entrecruzan, formando secciones completamente saturadas de color y otras donde las líneas se desarrollan de manera perpendicular, sin una clara intención de crear una figura identificable, y más bien parece rellenar con trazos el fondo del cajete.
La pieza tiene tres agujeros entre el cuerpo y la base y se alcanza a distinguir un cuarto agujero que no se completó en la parte de atrás. Por lo general, la presencia de estos orificios en vasijas implica la reparación del objeto para continuar con su vida útil y, en otras ocasiones, nos indica el uso del objeto para funciones distintas a las que estaba planeado. Estas modificaciones nos ayudan a evaluar el papel central que tenía la cerámica en estas sociedades en particular y, en todas las sociedades prehispánicas en general, donde un objeto era tan apreciado y era tan útil que su descarte no se realizaba hasta que hubiera cumplido todos sus posibles usos. Así, cuando un objeto perdía, por alguna razón, las cualidades necesarias para cumplir con una función, podía ser renovado y transformado; se le hacían modificaciones que adaptaban al objeto a nuevas necesidades. Esto, en una sociedad en que la cerámica ha perdido su importancia frente al embate del plástico, la fractura de un plato o una olla muchas veces no tiene mayor trascendencia, pero, en aquellas sociedades en que este elemento era uno de los pocos medios que se tenía para crear formas y objetos que facilitaran la vida del hombre, era importante su reutilización. Por tanto, cuando una pieza se rompía o se fracturaba debió significar una gran perdida, aunque también significaba la obtención de material para satisfacer nuevas necesidades.
Cuando los mexicas arribaron a la cuenca del centro de México, diversos grupos se encontraban asentados alrededor del lago. Pueblos tepanecas y acolhuas convivían en esta región, siendo la ciudad de Azcapotzalco la más poderosa. En estos poblados, las personas utilizaban distintos tipos cerámicos, uno de ellos tenía un engobe anaranjado y se decoraba con gruesas líneas negras. Estas vasijas con el paso del tiempo seguirán existiendo, pero se irán refinando: el engobe se hará más pulido y la decoración será cada vez más delicada, mostrándonos con ello el desarrollo que irán teniendo estas sociedades lacustres.