Una característica de las piezas de cerámica durante el Preclásico es la arcilla que se ocupaba, la cual, al entrar en cocción adquiere tonalidades ocres y cafés. La destreza de los artesanos y el dominio de su material se puede apreciar en que, para poderle dar matices obscuros a las piezas, los objetos se colocaban donde existía una mayor incidencia de calor, generalmente cerca de los troncos que entraban en combustión, esto causaba que la cerámica adquiriera tonalidades negras, generándose nubes de cocción que contrastaban con el color del resto de la pieza.
Este procedimiento lo podemos advertir en la pieza 111, la cual presenta una forma de tecomate con elementos colocados al pastillaje que hacen que la pieza parezca un ave. Alrededor de la vasija podemos distinguir concreciones de cal, lo cual nos indica que esta pieza estuvo enterrada durante cientos o miles de años.
El tecomate tiene una base convexa y un fondo cóncavo. Las paredes son curvo-convergentes, cerrándose en una boca muy angosta. El borde es curvo y tienen un labio recto. Casi a la orilla de las paredes de la pieza, cercano al borde, se encuentran dos orificios, mostrando que quizá esta pieza fue pensada para ser colgada.
A los lados de la pieza, están dos formas rectangulares colocadas al pastillaje y simulando las alas del ave. En tanto que en la parte posterior se colocó otra forma rectangular con terminación en V que simula la cola del ave. Por último, en la sección frontal se acomodó la cabeza, la cual fue creada con una esfera; un prisma triangular en la parte externa simula el pico del pájaro, mientras que un trapecio sirve para unir la cabeza y el cuerpo, figurando un cuello. Los ojos se representaron con dos incisiones circulares a los lados de la cabeza y en el prisma triangular se realizó una incisión horizontal para diferenciar la mandíbula superior de la inferior.
Pese a que la pieza se elaboró con una arcilla color ocre, la mayoría de ella es negra, mostrándonos que estas secciones estuvieron más cerca del fuego en su proceso de cocción. Asimismo, para alisar la pieza se ocupó un objeto ancho, el cual dejó diversas huellas a lo largo de la pieza, mostrándonos la labor que se hizo para darle una textura uniforme y lisa.
Las aves fueron una de las temáticas más representadas en la plástica del Preclásico, siendo un reflejo del medio ambiente con el cual convivían y que, además, en muchos casos les ayudaba a su subsistencia, ya que la caza de aves era una de las principales actividades que practicaban los pueblos ribereños. Lo cual queda evidenciado en la gran cantidad de piezas que representan estos animales, muchas de las cuales se encuentran entre las grandes creaciones del Preclásico por su naturalidad y su expresividad.
Una característica de las piezas de cerámica durante el Preclásico es la arcilla que se ocupaba, la cual, al entrar en cocción adquiere tonalidades ocres y cafés. La destreza de los artesanos y el dominio de su material se puede apreciar en que, para poderle dar matices obscuros a las piezas, los objetos se colocaban donde existía una mayor incidencia de calor, generalmente cerca de los troncos que entraban en combustión, esto causaba que la cerámica adquiriera tonalidades negras, generándose nubes de cocción que contrastaban con el color del resto de la pieza.