El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Efigie del dios viejo del fuego | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Efigie del dios viejo del fuego

Cultura Teotihuacana
Región Altiplano Central
Período Clásico
Período 9 Clásico
Técnica

Barro modelado, alisado, puntillado, pellizcado, acanalado.

Medidas 3.7   x 2.5  x 2.7  cm
Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1333
Investigador

La cara muy arrugada y los rasgos faciales del anciano nos ayudan a identificar esta cabeza como la representación del «viejo dios del fuego», una deidad venerada en el Altiplano Central de Mesoamérica, al menos desde el periodo Preclásico medio (1200-550 d.C.), particularmente en Cuicuilco. Hacia el periodo Posclásico tardío (1200-1521 d.C.) fue conocida con el nombre de Xiuhtecuhtli-Huehuetéotl y adorada por los mexicas. Los rasgos que indican su vejez se han explicado porque en algunos mitos cosmogónicos, el fuego es precisamente uno de los primeros elementos creados por los dioses, dotándole de una gran antigüedad.

Huehuetéotl es además uno de los dioses más representado en Teotihuacán. Generalmente aparece en la forma de un anciano encorvado y sin dientes, sentado y con las piernas cruzadas y un enorme brasero sobre la cabeza. Se encuentra asociado a los volcanes, al fuego y el humo que emanan de su interior, así como a las hogueras que servían para calentar el interior de las casas y los alimentos. De acuerdo con Linda Manzanilla las representaciones de esta deidad en Teotihuacán se interrumpen al momento de la parcial destrucción y decaimiento de la ciudad, que inició alrededor del año 650 d.C. (Fase Metepec).

Lo que observamos aquí es el fragmento de una pieza completa a la que le falta todo el torso y las extremidades. Se trata de una cabecita antropomorfa, modelada y trabajada en barro color crema y cubierta con un engobe café. Presenta deformación craneana y los rasgos de una persona anciana que portaba orejeras discoidales en los lóbulos de sus orejas. Estas orejeras fueron añadidas por pastillaje y sólo puede observarse una del lado izquierdo, que además fue recubierta con un engobe color rojo. Del lado derecho, se observa el orificio en el cual se colocó la segunda orejera pero que ahora está perdida. Presenta algunos restos de estuco blanco sobre la barbilla.

Su boca fue hecha con incisiones, así como los ojos que además se muestran entreabiertos, los orificios nasales, las arrugas, y las cejas (mediante líneas diagonales y verticales). Sobresale su hueso frontal pronunciado. Esta cabecita habría sido modelada por separado y seguramente añadida a un cuerpo humano que se ha perdido ahora. También existe la posibilidad de que hubiera sido añadida a la base de un brasero como decoración, pues así se aprovecharía la deformación plana de la sección posterior de su cabeza. Cuando estas piezas se han encontrado asociadas a braseros se les ha relacionado con cultos domésticos o bien, cultos a los ancestros. También han sido localizadas en edificios de carácter público o administrativo como la Pirámide del Sol, en Teotihuacán.

Las representaciones del dios viejo en Teotihuacán generalmente se hacían en piedra volcánica, aunque por supuesto no faltaron los ejemplos en cerámica. La identificación de esta pieza con esa deidad es en parte gracias a que los rasgos de esta se encontraban muy estandarizados en la época Clásica. Tanto sus ojos entreabiertos, las orejeras y las arrugas de su cara nos permiten hacer esta asociación a pesar de que la mayor parte de la pieza no se encuentra presente.

La cara muy arrugada y los rasgos faciales del anciano nos ayudan a identificar esta cabeza como la representación del «viejo dios del fuego», una deidad venerada en el Altiplano Central de Mesoamérica, al menos desde el periodo Preclásico medio (1200-550 d.C.), particularmente en Cuicuilco. Hacia el periodo Posclásico tardío (1200-1521 d.C.) fue conocida con el nombre de Xiuhtecuhtli-Huehuetéotl y adorada por los mexicas. Los rasgos que indican su vejez se han explicado porque en algunos mitos cosmogónicos, el fuego es precisamente uno de los primeros elementos creados por los dioses, dotándole de una gran antigüedad.

Obras de la sala

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