Los toltecas iniciaron una nueva manera de ver el mundo, en que la guerra y el sacrificio tomaron un papel protagónico. Además de ello, en sus representaciones confluyen elementos del Clásico tardío (600-900 d.C.), donde se vinculaban elementos mayas y teotihuacanos de forma original, con formas y temáticas provenientes del norte de México. Al mismo tiempo, los centros ceremoniales de las ciudades comenzaron a cambiar. En el axis mundi ya no debía estar únicamente un basamento con un templo pequeño en la parte superior, al cual únicamente podía subir el gobernante. En este momento se exige una mayor participación de los grupos ligados al gobierno, lo cual va a hacer que se construyan grandes espacios en los centros ceremoniales para albergarlos. Para poderlos construir se comenzaron a usar múltiples columnas, que se encargaban de sostener los pesados techos. Con el paso del tiempo, los techos colapsaron y sólo quedaron los desplantes de las columnas como una huella arquitectónica que aún podemos apreciar en las ciudades de Tula (Hidalgo) y Chichén Itzá (Yucatán).
La pieza 1560 es un indicio más de los cambios que sucedieron a inicios del Posclásico y es posible que provenga de Tula o de sus cercanías. Formalmente la pieza muestra una clara presencia de la línea curva y las proporciones del cuerpo humano, en la pieza completa, debieron estar cerca de las seis o siete cabezas, lo cual la liga con los toltecas.
La pieza se despliega en el fuste de una columna y solamente se labró uno de sus lados. Ahí, se representó a una mujer de pie, aunque la parte inferior no la tenemos y solamente ha llegado a nuestros días la zona del torso y la cabeza.
La figura tiene una pequeña banda anudada en la frente. El cabello se divide en dos y se dobla a cada uno de los lados y es anudado con el mismo listón de la frente. El rostro está compuesto por una forma circular y la creación de los rasgos guarda una notable semejanza con los Atlantes de Tula. Las cejas y la cuenca de los ojos se forman por un medio círculo. El ojo tiene una forma almenada y la nariz es poco prominente. La boca se esculpe con una forma oval, lo cual, a su vez, ayuda a generar las mejillas de la pieza.
El torso se representa de forma sencilla. Un gran collar, con gruesas cuentas, cuelga de forma circular y, debajo de éste, aparece una forma triangular, simulando un quechquemitl, lo cual nos indica que se está representando una mujer.
A los lados podemos apreciar los brazos. Primero dos líneas curvas convergentes crean los bíceps y, a la altura del codo, se dobla el brazo hacia el interior con una línea recta. Al final una forma circular simula las manos y con cuatros líneas realizadas por desgaste se simulan los dedos. Asimismo, se labró una pulsera en cada brazo, compuesta por una banda con pequeños rectángulos en su interior.
Como se mencionó líneas arriba, las formas de esta pieza –líneas curvas, atavíos abultados, la manera de crear el rostro –, nos remiten a las obras realizadas en Tula y Chichén Itzá, con lo cual podemos suponer que esta pieza fue creada durante el Posclásico temprano en el Altiplano Central.
Asimismo, es necesario mencionar que la pieza por la parte posterior se encuentra sin ninguna representación, pero tienen un orificio que se dirige hacia la base de ésta, el cual fue realizado una vez que la columna colapsó y seguramente se utilizaba para, por medio de soportes de alambre, mantenerla suspendida y así, ser contemplada. Dichas intervenciones, que eran comunes en el siglo XIX y principios del siglo XX, dejaron una huella evidente y más destructiva de lo deseado; del rescate prehispánico que se llevó a cabo en muchos poblados y, de igual forma, de la integración de objetos del pasado a la vida cotidiana.
Los toltecas iniciaron una nueva manera de ver el mundo, en que la guerra y el sacrificio tomaron un papel protagónico. Además de ello, en sus representaciones confluyen elementos del Clásico tardío (600-900 d.C.), donde se vinculaban elementos mayas y teotihuacanos de forma original, con formas y temáticas provenientes del norte de México. Al mismo tiempo, los centros ceremoniales de las ciudades comenzaron a cambiar. En el axis mundi ya no debía estar únicamente un basamento con un templo pequeño en la parte superior, al cual únicamente podía subir el gobernante. En este momento se exige una mayor participación de los grupos ligados al gobierno, lo cual va a hacer que se construyan grandes espacios en los centros ceremoniales para albergarlos. Para poderlos construir se comenzaron a usar múltiples columnas, que se encargaban de sostener los pesados techos. Con el paso del tiempo, los techos colapsaron y sólo quedaron los desplantes de las columnas como una huella arquitectónica que aún podemos apreciar en las ciudades de Tula (Hidalgo) y Chichén Itzá (Yucatán).