La mayor parte de la población de la ciudad de Teotihuacán vivía en conjuntos habitacionales sólidamente construidos con muros de mampostería recubiertos de estuco por dentro y por fuera. Cada conjunto albergaba a varias familias, hasta unas veinte. Algunas de estas edificaciones eran palacios o recintos de vida común para los sacerdotes, a manera de monasterios.
Debajo de cada conjunto había un sistema de drenaje que permitía desalojar el agua pluvial de los patios. Los costados de todos los conjuntos habitacionales eran paralelos entre sí y estaban divididos por calles estrechas. Los drenajes de los conjuntos vertían en canales que finalmente conducían a un colector central que corría paralelo a la Calzada de los Muertos. Tanto las calles como las plazas estaban pavimentadas, de manera que había poco espacio para huertas o árboles: se trataba de una gran área urbana compacta.
La ornamentación de la mayoría de los edificios incluía hileras de almenas que coronaban los cuatro muros perimetrales de cada conjunto habitacional. Todos o casi todos los edificios tenían almenas, pero las había de dimensiones muy variables, desde unos veinte o treinta centímetros de alto hasta de más de un metro de altura. Algunas estaban hechas con una sola pieza de piedra plana tallada, otras con tarea de mampostería y algunas más de barro.
Las almenas teotihuacanas y las mesoamericanas en general carecían de la función defensiva que tuvieron en las fortificaciones medievales de Europa. Su función era más bien simbólica y ornamental. Algunas almenas teotihuacanas tienen la figura de Tláloc o máscaras de otros dioses, las hay con caracoles estilizados, con representaciones de cuentas de jade, plumas y otros motivos. Pero también hay almenas sencillas que consisten solamente en un diseño escalonado, generalmente con dos escalones a cada lado y una cresta central, que aparentemente se ha roto en la almena de la colección del museo.
Las almenas permitían identificar la jerarquía, los atributos y las funciones de diferentes edificios. Distinguían los edificios principales de los secundarios y seguramente eran una guía también para quienes recorrían la ciudad, pues las calles formaban un auténtico laberinto. Como los conjuntos habitacionales no tenían ventanas y estaban construidos sobre altas plataformas, el caminante sólo tenía a sus lados los taludes y, sobre ellos, los muros de los conjuntos. Seguramente que las almenas ofrecían referencias visuales útiles para ubicarse en la ciudad.
El uso de las almenas, como el de los ornamentos corporales y los tocados, estaba ligado al estatus de la gente y por lo tanto no dependía de la decisión de los habitantes de cada conjunto ni el diseño ni la dimensión de sus almenas: eran indicadores jerárquicos, estamentarios y de función, que debían corresponder con la condición de sus usuarios.
La mayor parte de la población de la ciudad de Teotihuacán vivía en conjuntos habitacionales sólidamente construidos con muros de mampostería recubiertos de estuco por dentro y por fuera. Cada conjunto albergaba a varias familias, hasta unas veinte. Algunas de estas edificaciones eran palacios o recintos de vida común para los sacerdotes, a manera de monasterios.