Esta vasija fabricada alrededor del año 400 d.C., así como otros artefactos fabricados en barro, figuran entre los objetos culturales más representativos de Teotihuacán. Como la pintura mural, y la escultura en piedra, la cerámica -vasijas, cuencos, vasos etc.-, es parte de los datos que mayormente se estudian en la arqueología teotihuacana. El enfoque principal del estudio de la cerámica ha sido el de establecer una cronología, buscar una secuencia a través de la estratigrafía y la identificación de tipos cerámicos.
La importancia de los objetos hechos en arcilla también es debido a que las primeras cronologías de Teotihuacán elaboradas por los arqueólogos se desarrollaron a partir de secuencias cerámicas. Los tipos cerámicos se clasificaron según la forma, diseños y colores que tienen plasmados, como también a partir del examen de la pasta, el barro del cual está fabricado y su cocimiento, a la vez que por las técnicas, para averiguar y establecer las relaciones entre diferentes regiones.
Por ejemplo, gracias a la arcilla, material dúctil y maleable que surge de la descomposición de rocas que contienen feldespato a través de un proceso natural que dura miles de años, y que se localiza en los yacimientos descubiertos por los alfareros, y que tiene cada una características específicas, es posible determinar su lugar de procedencia. A su vez, las formas de las vasijas y los diseños que presentan son también datos de gran interés; por ejemplo, una vasija puede indicarnos la función de los edificios donde se localizó; y “hablarnos” acerca del tipo de ceremonias en las cuales participó en el interior de un templo, una vivienda, un centro administrativo o un palacio.
La vasija de fondo plano y barro rojo que aquí vemos tiene estrellas de mar, completas y partidas a la mitad, que se plasman sobre toda su superficie. Fueron trazadas en el barro bruñido en estado verde, esto es antes de la cocción a partir de gruesas incisiones y esgrafiados que se llevaron a cabo en sus paredes exteriores. Las estrellas completas y partidas a la mitad tienen cinco brazos y un círculo al centro, están colocadas en filas angulares y sesgadas; las estrellas de mar en serie y aisladas son un elemento que frecuentemente encontramos en el arte teotihuacano y existen varios ejemplos del empleo del mismo elemento en la pintura mural, por ejemplo en Tetitla y en Tepantitla, donde se localizan ubicadas dentro de corrientes de agua.
En un conjunto de murales del primer conjunto habitacional (Tetitla), un nadador se sumerge en el agua para recolectar conchas. Debido a sus asociaciones con los medios acuáticos, se relaciona con Tláloc, dios del agua expresado con símbolos de gota, los estudiosos del arte de Teotihuacán -como nos lo señala Hasso Von Winning (tomo II:9-10)- deducen que la estrella de mar simboliza el agua, aunque no forzosamente el agua salada, y explican que por su forma y origen exótico fue considerada un modelo apropiado para indicar lo líquido. Aunque parecería que al hablar de la estrella de mar también es inevitable señalar que no se le concibe como algo inerte; es un ser vivo ya que en algunas imágenes se representa a la estrella con un pequeño ser que emerge de su interior o un rostro, posiblemente una criatura de agua dulce o agua salada.
Las estrellas de mar junto con las conchas y caracoles que se representan labradas y pintadas en la cerámica, la pintura mural y la arquitectura de Teotihuacán (pensemos en la fachada del Templo de Quetzalcóatl), así como las conchas y bivalvas procedentes de la costa del Golfo y del Pacífico que se han localizado en los entierros y ofrendas de esta urbe que dominó la región mesoamericana a lo largo de la época del Clásico, nos hablan de la estrecha relación que tenían los habitantes de Teotihuacán con el mar, una ciudad situada lejos de las costas, pero que estaba en estrecho contacto con los habitantes de las regiones costeras, por ejemplo los de Veracruz, que incluso tenían su barrio en el interior de esta urbe.
Esta vasija fabricada alrededor del año 400 d.C., así como otros artefactos fabricados en barro, figuran entre los objetos culturales más representativos de Teotihuacán. Como la pintura mural, y la escultura en piedra, la cerámica -vasijas, cuencos, vasos etc.-, es parte de los datos que mayormente se estudian en la arqueología teotihuacana. El enfoque principal del estudio de la cerámica ha sido el de establecer una cronología, buscar una secuencia a través de la estratigrafía y la identificación de tipos cerámicos.