Es probable que esta obra haya sido realizada en el marco de la cultura de las tumbas de tiro, asentada en Nayarit, Jalisco, Colima, el sur de Zacatecas y partes colindantes de Michoacán del 300 a.C. al 600 d.C.; aquí se conocen otras “hachas” en piedra gris antropomorfas y zoomorfas, algunas se han encontrado como ofrenda a los difuntos.
En el ámbito de Mesoamérica se le da el nombre convencional de hacha a los objetos de piedra dura de formas cerradas; no implica que sirvieran como herramientas de corte, ni que hayan tenido usos prácticos, por ello aplica el calificativo de “votivo”, en el sentido de su función simbólica o ritual.
La que nos ocupa tiene una apariencia antropomorfa esquemática; el volumen es tridimensional y presenta doble vista; en sus dos lados principales se ve, en la parte superior, una cabeza humana de perfil que se dirige hacia arriba, con gran nariz aguileña y boca cerrada, los ojos en relieve cerrados evocan a un individuo muerto, que además usa un tocado o casco que remite a una parte de una cabeza de ave. De ésta se ve una cresta y los ojos como hundimientos circulares, junto con la mencionada nariz aguileña; el contorno se asemeja a una guacamaya, un perico o cotorro. Hacia abajo se marca el cuello y el torso se limita a un cuerpo tubular con superficie cuadriculada que recuerda una mazorca; la pieza termina en una base semiesférica.
No muestra huellas de desgaste que indiquen su uso, sólo hay una pequeña raspadura accidental cerca de la base. No obstante, el diseño parece un arma, al modo de un mazo, apropiado para tomar con una mano la parte esférica del objeto y asentar golpes con el extremo superior.
Con frecuencia, en Mesoamérica parte de las armas adoptan diseños figurativos; las cualidades de lo representado sin duda se vincularían con el carácter del objeto o de su portador. Las armas igualmente fueron reproducidas en materiales que eliminaban sus funciones prácticas, de modo que se convertían en atributos de identidad e insignias de poder que ostentaban en público los miembros de las élites, y asimismo formaban parte de sus ajuares funerarios, en el nuevo estatus de vitalidad y existencia que tenían después de la muerte.
Es probable que esta obra haya sido realizada en el marco de la cultura de las tumbas de tiro, asentada en Nayarit, Jalisco, Colima, el sur de Zacatecas y partes colindantes de Michoacán del 300 a.C. al 600 d.C.; aquí se conocen otras “hachas” en piedra gris antropomorfas y zoomorfas, algunas se han encontrado como ofrenda a los difuntos.