Este tipo de figurillas de barro pertenece al período tardío de la cultura Huasteca y, sin embargo, presenta marcadas similitudes con las que se producían desde el Preclásico un milenio y medio antes, y que están abundantemente representadas en las colecciones del Museo. Es notable el mismo afán de subrayar las formas sensuales del personaje femenino joven, con la cintura fina y los fuertes muslos, también el modo similar de abreviar las extremidades de los brazos y piernas y detallar la mirada penetrante marcada con un punzón.
Se diferencian, sin embargo, por el porte de un braguero, la forma de la cara y el peinado, así como por el tipo de pasta y el tratamiento de la superficie. Como una oda renovada a la fertilidad y la sexualidad, esta pequeña pieza nos remite a los prejuicios que profesaban los mexicas contra sus contemporáneos huastecos por su supuesta lascivia y su manera de exhibir el cuerpo sin recato.
En este tipo de figurillas, el braguero, indumentaria poco común para las mujeres, puede ser representado mucho más grueso y evocar en este caso el protector que llevaban los jugadores de pelota para proteger su cintura y su bajo vientre. Hay que notar que existen datos que apuntan hacia la participación de mujeres en el juego de pelota en la sociedad huasteca de esos tiempos.
Este tipo de figurillas de barro pertenece al período tardío de la cultura Huasteca y, sin embargo, presenta marcadas similitudes con las que se producían desde el Preclásico un milenio y medio antes, y que están abundantemente representadas en las colecciones del Museo. Es notable el mismo afán de subrayar las formas sensuales del personaje femenino joven, con la cintura fina y los fuertes muslos, también el modo similar de abreviar las extremidades de los brazos y piernas y detallar la mirada penetrante marcada con un punzón.