El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Vasijas-efigie silbadoras de caninos humanizados | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Vasijas-efigie silbadoras de caninos humanizados

Cultura Tlatilco
Región Valle de México
Período Preclásico medio, fase Manantial
Año 1000-800 a.C.
Período 9 Preclásico medio, fase Manantial
Año 1000-800 a.C.
Técnica

Barro modelado

Piezas por lote 2
Medidas

Pieza 1: 24 x 18 x 26 cm
Pieza 2: 24.4 x 13.4 x 22 cm

Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 323
Investigador

Estas singulares efigies son instrumentos musicales: las dos esferas arriba de la cabeza funcionan como silbatos que se activan soplando en el orificio de la efigie. Algunos han llamado a este tipo de piezas protovasos silbadores, porque el dispositivo es más simple que el de los vasos silbadores andinos. En este caso, al llenarlos o vaciarlos con líquido, éste ejerce una presión o vacío del aire desplazado, que pasa a través de una caja de resonancia, y produce de esa manera un sonido cercano al del animal representado en un arte pródigo en representaciones de los animales más diversos.

La tradición sudamericana se inicia en la cultura Chorrera de la costa ecuatoriana contemporánea a la tradición de Tlatilco con la cual su excelsa producción artística comparte numerosos elementos. Éstos sugieren contactos marítimos por la intermediación de comunidades del Occidente de México de la fase Capacha de Colima o de El Opeño en Michoacán. En Mesoamérica, este ingenioso dispositivo musical  no se conservó más allá de estos tiempos iniciales mientras que las cercanas botellas-silbatos ecuatorianas siguieron en uso a lo largo de milenios.

Otra singularidad de las dos efigies es su carácter fantástico que fusiona lo humano con lo animal, probablemente un perro. El perro es un animal que tuvo un alto valor simbólico para la sociedad tlatilca. En ciertas ocasiones, sirvió de alimento pero lo más sobresaliente son los numerosos entierros de perros acompañando a los difuntos, lo que evidencia su importante papel en el destino humano después de la muerte. También aparece en escenas conmovedoras de figurillas representando, en efigies huecas, a una mujer abrazando a su mascota. Así tenemos evidencias en este caso de que la representación animal va más allá de lo anecdótico y se propone no solamente expresar afectos sino también ideas relacionadas con el recorrer del individuo por la vida y la muerte.

En estas efigies como en varias otras, la figura animal se complementa con lo humano, se transforma. Una máscara humana toma el lugar del hocico del animal y fue aplicada ya hecha sobre el cuerpo de la figura, con una división bien marcada entre estas dos partes. Se reconocen los rasgos finos de la tradición tlatilca de las figurillas D, marcados por tiras delgadas que trazan la frente, las cejas, el óvalo de los ojos y de la boca. Una es más detallada que la otra, con las pupilas marcadas por una pequeña horadación y, en la boca tiene algo difícil de determinar. Ciertamente, estas efigies musicales de perros humanizados conllevan un misterio, asociando el camino de la muerte con un sonido, quizá con el llamado del hombre a su perro protector.

Estas singulares efigies son instrumentos musicales: las dos esferas arriba de la cabeza funcionan como silbatos que se activan soplando en el orificio de la efigie. Algunos han llamado a este tipo de piezas protovasos silbadores, porque el dispositivo es más simple que el de los vasos silbadores andinos. En este caso, al llenarlos o vaciarlos con líquido, éste ejerce una presión o vacío del aire desplazado, que pasa a través de una caja de resonancia, y produce de esa manera un sonido cercano al del animal representado en un arte pródigo en representaciones de los animales más diversos.

Obras de la sala

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