Región | Nueva España | Período 3 | Siglos XVIII-XIX |
Período 4 | Siglos XVIII-XIX |
Técnica | Plata sobredorada, vidrio y concha nácar |
No. registro | VS.BI.032 |
Período | Siglos XVIII-XIX |
Medidas |
Alto: 7.1 cm; ancho: 4.9 cm; profundidad: 1.2 cm |
Investigador |
Como señala L. Arbeteta, los medallones-relicario y las medallas y placas devocionales gozaron, junto con las cruces, del favor de los devotos en España y, por extensión, en las Indias españolas. La denominación popular de relicario corresponde más bien al genérico medallón, que aún viene definido en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua como joya en forma de caja pequeña y chata donde generalmente se colocan retratos, pinturas u otros objetos como recuerdo.
De ese modo, los medallones pueden o no contener reliquias. Cuando las iluminaciones que albergan son de tema devocional, se les llama por extensión relicarios. Cabe en ello la confusión con los verdaderos relicarios, que lo son en función de los restos sagrados que contienen, con su correspondiente o no auténtica. El uso de ambas palabras sirve para recordar que son en esencia medallones para uso personal, al mismo tiempo que objetos de temática devocional (1).
Un tipo bastante común en la joyería novohispana y mexicana desde el siglo XVII, es el medallón elíptico con ventanas por el anverso y el reverso y marco de sujeción en plata en su color o sobredorada con argolla en su extremo superior para su sujeción y suspensión, perpendicular o no, al cerco.
Dentro de las grandes ventanas ovales se insertan vidrios biselados, facetados en ochavo o lisos. Por su dureza o resistencia, que aseguraba la conservación de los restos venerados, se utilizaron profusamente con ese fin, viriles de cristal de roca, cuya transparencia o visibilidad permitía al mismo tiempo ver las iluminaciones o las reliquias custodiadas en su interior. Esta clase de vidrio se importaba por lo común en España de los talleres milaneses, en tanto que el uso de este material en el México colonial se remonta a los tiempos prehispánicos.
Prueba de su gran difusión es la colección de medallones-relicario de los siglos XVIII y XIX que posee el Museo Soumaya (2); o los numerosos relicarios dorados, en blanco, en latón dorado o esmaltados, con láminas de Cristo, la Virgen o los santos en una o en ambas caras (San José y la Purísima Concepción, N. P. Jesús y N. S. de la Soledad; Jesús, la Virgen del Rosario, Nuestra Señora de la Soledad; San Agustín, San Xavier, San Cristóbal, San Antonio) o ceras de agnus, inventariados en 1763 a la muerte del prestigioso artífice poblano José de Aguilar en su tienda de platería de la calle Mercaderes (3).
A este modelo obedecen los tres medallones-relicario del Museo Amparo, cuyos marcos o estuches presentan cerco y borde moldurado y abocelado, ventanas abrideras mediante bisagras y cantos con decoración incisa de hojas y ces vegetales de rasgos rococó o triple acanaladura de gusto clásico. Este medallón en particular, presenta una placa en relieve con la figura del Salvador labrado en concha de nácar, material que también cuenta con antecedentes en el arte Prehispánico.
1. Cfr. L. Arbeteta, «La joya española. De Felipe II a Alfonso XIII», en La joyería española. De Felipe II a Alfonso XIII en los museos estatales, Ministerio de Educación y Cultura, 1998, p. 37; y M. J. Egan, Relicarios. Devotional Miniatures from the Americas, Museum of New Mexico Press, Santa Fe, 1993.
2. Cfr. Santuarios de lo íntimo. Retrato en miniatura y relicarios. La colección del Museo Soumaya, México, 2004; y M. J. Egan, «Relicarios in the viceroyalty of New Spain», en Relicarios. Devotional Miniatures…, ob. cit., pp. 31-53.
3. F. Neff, Fuentes para el estudio del Arte en Puebla, 23/02/2010.