El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Mujer con ademán de gozo | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
Mujer con ademán de gozo | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla

Mujer con ademán de gozo

Cultura Nahua
Región Altiplano central
Período Posclásico tardío
Período 9 Posclásico tardío
Año 1200-1521 d.C.
Técnica

Barro moldeado, con pintura blanca

Medidas 17.2   x 12.8  x 4  cm
Ubicación Sala 3. Cuerpos, rostros, personas
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1508
Investigador

En esta pequeña representación de una mujer joven destacan su vestimenta y su postura. De pie, nos mira con la cabeza erguida y su apariencia es frontal; los brazos extendidos y abiertos, con las palmas de las manos abiertas, es de las actitudes más comunes en el arte cerámico mesoamericano y al decir de los especialistas se vincula a las nociones de placer o alegría.

La mujer está vestida con una falda enrollada alrededor de la cintura y lleva el torso desnudo. Su tocado es un trenzado entretejido de dos partes que culmina en dos mechones sobre la cabeza, el peinado de las jóvenes doncellas, por lo que es posible vincularla con la diosa Xochiquetzal, deidad ligada con Teteu Inan, la diosa madre y Tlazoltéotl, así como con Cihuacóatl y las Cihuapipíltin.

Fue hecha para colocarse verticalmente, y en ella es evidente que tiene dos pequeñas perforaciones a la altura de las axilas. Se hicieron de frente hacia atrás, cuando la arcilla de la pieza aún estaba blanda y no había pasado al fuego. Posiblemente eran para ser colgadas mediante un cordel, posiblemente a manera de una insignia personal.

Con las características de esta pieza podemos reflexionar acerca de las diferentes maneras en las que la figura de la mujer se representa en la tradición alfarera del Posclásico, a la vez que logramos entender algunos aspectos del rol de la mujer en esta sociedad. Esta figurilla nos hace el relato de la vida cotidiana de la mujer en el hogar en una sociedad en la que ella podía vender y heredar, trabajar, y en la que se busca el equilibrio de lo femenino y lo masculino, pese a la inequidad de género que caracterizaba a la sociedad nahua.

Figurillas como ésta se han localizado frecuentemente en el interior de las unidades residenciales, aunque los arqueólogos de igual modo encuentran en los altares familiares, pequeñas figurillas semejantes a la que aquí vemos. Sus hallazgos también han demostrado que hay mayor número de figurillas femeninas que de hombres, lo cual sugiere que son representaciones de deidades ligadas al culto personal femenino que se adoraban en los rituales domésticos que respondían a necesidades ligadas a la subsistencia, la fertilidad, la salud y el bienestar.

Piezas muy semejantes a la que vemos aquí fueron localizadas en el contexto de las ofrendas ligadas al templo de Ehécatl–Quetzalcóatl, en el conjunto ceremonial principal de la ciudad de Tlatelolco, sitio estudiado por el arqueólogo Salvador Guillem, por lo que cada caso es singular. En ese caso, las figurillas estaban vinculadas con otras piezas muy semejantes en su estilo y factura, son de mujeres en distintas posturas y realizando diferentes actividades, por ejemplo moliendo con un metate o cargando a sus hijos, así como figurillas masculinas y de pequeños animales, por lo que aunque nuestra pieza no tiene una procedencia arqueológica precisa, y se desconoce el lugar y el contexto donde se localizó, es probable que formara parte de un conjunto ritual muy semejante.

Una de las características de esta pieza que apoyan la anterior observación es el hecho que está fracturada, aunque posteriormente ha sido restaurada. Cabe sugerir que la figurilla fue rota al momento de ser ofrendada y su destrucción nos remite a las ceremonias que se llevaban a cabo al final de un período de 52 años, cuando todas las imágenes eran destruidas en complejos rituales de terminación que marcaban el fin del ciclo.

En esta pequeña representación de una mujer joven destacan su vestimenta y su postura. De pie, nos mira con la cabeza erguida y su apariencia es frontal; los brazos extendidos y abiertos, con las palmas de las manos abiertas, es de las actitudes más comunes en el arte cerámico mesoamericano y al decir de los especialistas se vincula a las nociones de placer o alegría.

Obras de la sala

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