En Mesoamérica el murciélago no es una figura extraña; entre sus representaciones artísticas más famosas se hallan las zapotecas, de los valles centrales de Oaxaca, como un pectoral de mosaico de piedra verde con forma de máscara y varias vasijas–efigie de cerámica; entre las mexicas sobresale una escultura cerámica de gran formato en la que se modeló un murciélago antropomorfo, fue encontrada en el sitio Miraflores, en el Estado de México y se exhibe en el Museo del Templo Mayor, en la Ciudad de México. Se le rindió culto como un dios, a quien se asoció con la decapitación (en una estela de Izapa, Chiapas, del Preclásico tardío, aparece en el tocado de un decapitador) y en lo general como una entidad del mundo subterráneo, vinculado con la noche, la tierra y la muerte.
El principal rasgo que permite identificarlo es la protuberancia curva entre los ojos y en la frente, que comienza a proyectarse atrás de la nariz; se le denomina apéndice u hoja nasal; algunas especies de murciélagos lo poseen, es carnoso y se cree que su función se vincula con la dirección de señales de eco-localización emitidas por la nariz. Otros rasgos son la nariz con la base redondeada y que se ve frontalmente y las fauces amplias con los colmillos grandes; la pieza está fragmentada y ha perdido la mitad superior de las orejas, podemos suponer que eran grandes, cóncavas y de contorno redondeado.
En cuanto al cuerpo, carece de las alas, pero en el marco de la plástica del México antiguo su figuración predominante fue antropomorfizada, en particular con cuerpo y posturas de hombre. Muestra las palmas de las manos con garras amenazantes. La especie de estola o collar con pectoral que lo ornamenta, se inscribe en su recreación humana. En el cuerpo son muy notorios los punzonados inclinados que el ceramista hizo en la superficie fresca del barro, levantando pequeñas secciones; es probable que representen el pelaje del animal. Las pupilas y la nariz se pintaron de negro, el resto muestra el color natural de la pasta. Tal como puede verse en las manos, los costados de la cabeza y desde la base, se trata de un objeto hueco; el marcado corte horizontal de la base parece indicar que falta un complemento.
En Mesoamérica el murciélago no es una figura extraña; entre sus representaciones artísticas más famosas se hallan las zapotecas, de los valles centrales de Oaxaca, como un pectoral de mosaico de piedra verde con forma de máscara y varias vasijas–efigie de cerámica; entre las mexicas sobresale una escultura cerámica de gran formato en la que se modeló un murciélago antropomorfo, fue encontrada en el sitio Miraflores, en el Estado de México y se exhibe en el Museo del Templo Mayor, en la Ciudad de México. Se le rindió culto como un dios, a quien se asoció con la decapitación (en una estela de Izapa, Chiapas, del Preclásico tardío, aparece en el tocado de un decapitador) y en lo general como una entidad del mundo subterráneo, vinculado con la noche, la tierra y la muerte.