Las ciudades mesoamericanas en general, y las grandes ciudades nahuas como Teotihuacán y Tenochtitlan en particular, tuvieron una rica decoración arquitectónica. A menudo esta decoración se desbarató y desprendió, al destruirse y arruinarse estas ciudades, y es muy difícil encontrarla in situ, salvo en casos como el de edificios con superposiciones, cuyas etapas iniciales quedaron cubiertas por suelo y nuevas estructuras. En los edificios de las ciudades del Valle de México la decoración se concentró especialmente en frisos en la parte alta de los edificios, así como en almenas. Este disco, que no tiene ningún elemento de apoyo, parece haber sido realizado para colocarse en un edificio, posiblemente empotrado en un friso.
Los frisos con discos concéntricos son característicos de la arquitectura indígena, en especial de los pueblos nahuas y mixtecos. En algunas ocasiones los discos tienen además el diseño de una flor. La flor de nuestra pieza muestra los ángulos ligeramente redondeados, lo cual es un rasgo que encontramos con más frecuencia en Teotihuacán. Es por ello que, a pesar de que la flor de cuatro pétalos se utilizó por siglos, esta pieza podría ser teotihuacana. Cuando en una pieza sin contexto de procedencia tenemos pocos rasgos, cuando ésta es muy simple o esquemática y el motivo se utilizó a lo largo de mucho tiempo, las dudas sobre su fechamiento se incrementan.
La flor de cuatro pétalos (pétalos idénticos cortados en diagonal, como estos) es uno de los símbolos cosmográficos de Mesoamérica por excelencia. Representa la noción de que el plano terrestre estaba dividido en cuatro rumbos. Cada rumbo equivalía a un cuadrante o pétalo, y éstos eran definidos por los puntos de salida y ocultamiento del sol en los solsticios. La creencia mesoamericana era que el mundo de los hombres se encontraba situado en el centro del plano de la tierra, y lo marcaban con dos círculos concéntricos: representación del chalchíhuitl o chalchihuite, cuenta de jade que simboliza la perfección, lo sagrado, lo más valioso.
Los pueblos mesoamericanos creían, además, que la vida y los sucesos del mundo tenían lugar gracias a la animación traída por las esencias sagradas o fuerzas divinas que viajaban desde los cielos y los inframundos, utilizando bandas helicoidales que se entrecruzaban formando postes o árboles. En el centro, en el punto de la perforación, estaba el eje, el más importante y mayor de estos soportes de flujos cósmicos, que en ocasiones se representaba como un árbol.
Las ciudades mesoamericanas en general, y las grandes ciudades nahuas como Teotihuacán y Tenochtitlan en particular, tuvieron una rica decoración arquitectónica. A menudo esta decoración se desbarató y desprendió, al destruirse y arruinarse estas ciudades, y es muy difícil encontrarla in situ, salvo en casos como el de edificios con superposiciones, cuyas etapas iniciales quedaron cubiertas por suelo y nuevas estructuras. En los edificios de las ciudades del Valle de México la decoración se concentró especialmente en frisos en la parte alta de los edificios, así como en almenas. Este disco, que no tiene ningún elemento de apoyo, parece haber sido realizado para colocarse en un edificio, posiblemente empotrado en un friso.
Los frisos con discos concéntricos son característicos de la arquitectura indígena, en especial de los pueblos nahuas y mixtecos. En algunas ocasiones los discos tienen además el diseño de una flor. La flor de nuestra pieza muestra los ángulos ligeramente redondeados, lo cual es un rasgo que encontramos con más frecuencia en Teotihuacán. Es por ello que, a pesar de que la flor de cuatro pétalos se utilizó por siglos, esta pieza podría ser teotihuacana. Cuando en una pieza sin contexto de procedencia tenemos pocos rasgos, cuando ésta es muy simple o esquemática y el motivo se utilizó a lo largo de mucho tiempo, las dudas sobre su fechamiento se incrementan.
La flor de cuatro pétalos (pétalos idénticos cortados en diagonal, como estos) es uno de los símbolos cosmográficos de Mesoamérica por excelencia. Representa la noción de que el plano terrestre estaba dividido en cuatro rumbos. Cada rumbo equivalía a un cuadrante o pétalo, y éstos eran definidos por los puntos de salida y ocultamiento del sol en los solsticios. La creencia mesoamericana era que el mundo de los hombres se encontraba situado en el centro del plano de la tierra, y lo marcaban con dos círculos concéntricos: representación del chalchíhuitl o chalchihuite, cuenta de jade que simboliza la perfección, lo sagrado, lo más valioso.
Los pueblos mesoamericanos creían, además, que la vida y los sucesos del mundo tenían lugar gracias a la animación traída por las esencias sagradas o fuerzas divinas que viajaban desde los cielos y los inframundos, utilizando bandas helicoidales que se entrecruzaban formando postes o árboles. En el centro, en el punto de la perforación, estaba el eje, el más importante y mayor de estos soportes de flujos cósmicos, que en ocasiones se representaba como un árbol.