Durante su extensa existencia de casi mil años, las figurillas del período Preclásico experimentaron notables transformaciones. En sus etapas iniciales, se caracterizaban por presentar rasgos sencillos y un énfasis particular en resaltar las caderas, los órganos sexuales y el rostro. Con el advenimiento de la influencia estética olmeca, estas figurillas adquirieron un aspecto más tosco, con un rostro de expresión severa, labios hacia abajo, ceño fruncido y nariz más chata. En las últimas fases de esta era, los rasgos faciales se volvieron más rudos, perdiendo la atención al detalle y la delicadeza que se apreciaba en etapas anteriores. Estas transformaciones en los rasgos faciales reflejan la evolución estilística y los cambios culturales a lo largo del tiempo en la producción de estas significativas piezas.
Esta pieza ilustra claramente estas transformaciones. La figura presenta una cabeza de forma circular, con dos grandes perforaciones que representan la esclerótica, dando lugar a unos llamativos ojos. En el centro, se observa una nariz triangular recta, con dos pequeñas incisiones en la base que simulan los orificios nasales. Justo debajo, una línea incisa delinea la boca del personaje. A ambos lados de la cabeza, se aprecian pequeñas prominencias que representan las orejas, mientras que en la parte inferior se encuentran dos círculos con un orificio en medio, simulando las orejeras.
El aspecto más destacado de la pieza se encuentra en la sección del tocado, donde se aprecia una deformación craneal tabular. Esta deformación causa un ensanchamiento de los huesos parietales y frontales hacia los lados, dando como resultado un cráneo que se amplía en la parte superior, creando una forma similar a un corazón. Esta peculiaridad craneal está cubierta por un tocado que se diferencia de la frente mediante una pequeña banda, y está decorado con pequeñas perforaciones en toda su superficie.
La cabeza de la figurilla se une directamente al torso, sin la presencia de un cuello discernible. Desde los lados del torso emergen dos tiras de barro que se curvan en forma de medio círculo hacia adelante. En los extremos de estas tiras, se aprecia una forma aplanada con tres líneas incisas, posiblemente representando los dedos. Además, un poco por encima de estas formas, se observa una pequeña tira alrededor de las muñecas, simulando la presencia de pulseras.
Entre las manos de la figura principal se encuentra una representación prismática rectangular, que podría simbolizar el cuerpo de un infante. A partir de esta forma, se desprenden dos pequeñas tiras que se doblan ligeramente hacia el pecho de la mujer, con incisiones que sugieren la representación de las manos del niño. Además, en la sección inferior se pueden apreciar otras dos tiras, aunque debido a la fractura de la pieza, no es posible obtener más información precisa sobre ellas.
La figurilla de la mujer carece de piernas, mientras que el infante no posee la cabeza, lo que dificulta determinar su género. Sin embargo, a pesar de estas variaciones, la pieza exhibe características como la deformación craneal, el tocado y las pulseras, que sugieren la representación de una persona de alta jerarquía. Estos elementos indican un cambio significativo en la forma de reflejar el poder y la autoridad en comparación con las figurillas que se habían creado siguiendo la estética olmeca. Este cambio estilístico y simbólico revela una evolución en la representación de la jerarquía social y la simbología asociada en la cultura de la época.
Durante su extensa existencia de casi mil años, las figurillas del período Preclásico experimentaron notables transformaciones. En sus etapas iniciales, se caracterizaban por presentar rasgos sencillos y un énfasis particular en resaltar las caderas, los órganos sexuales y el rostro. Con el advenimiento de la influencia estética olmeca, estas figurillas adquirieron un aspecto más tosco, con un rostro de expresión severa, labios hacia abajo, ceño fruncido y nariz más chata. En las últimas fases de esta era, los rasgos faciales se volvieron más rudos, perdiendo la atención al detalle y la delicadeza que se apreciaba en etapas anteriores. Estas transformaciones en los rasgos faciales reflejan la evolución estilística y los cambios culturales a lo largo del tiempo en la producción de estas significativas piezas.