El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Cabeza de perro | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Cabeza de perro

Región Valle de México
Período Posclásico tardío
Año 1250-1521 d.C.
Período 9 Posclásico tardío
Año 1250-1521 d.C.
Técnica

Barro modelado, incisiones, engobe rojo

Medidas 3.1   x 3.5  x 6  cm
Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1340
Investigador

Las piezas de cerámica que se exhiben en los museos fueron diseñadas con propósitos específicos. Muchas de ellas cumplían funciones tan cotidianas como la alimentación o ayudaban en el desarrollo de un ofici, entre otras actividades. A pesar del transcurso del tiempo y la distancia temporal que nos separa de las antiguas culturas, aún hoy en día seguimos realizando prácticas parecidas y utilizando objetos similares. Un ejemplo claro son los utensilios que empleamos para comer, que continúan siendo parte fundamental de nuestras rutinas diarias.

En muchas ocasiones, los objetos que consideramos obras de arte tenían una función muy diferente en su contexto original. Su apreciación y contemplación estaban limitadas, no eran accesibles para todo el mundo, y se utilizaban en rituales específicos como una forma de establecer contacto con fuerzas sobrenaturales. La decoración de estas piezas no era simplemente un adorno superficial, sino que desempeñaba un papel fundamental en el proceso de establecer dicha conexión. La mayoría de estas piezas, al ser consideradas canales de comunicación con lo divino, no podían ser conservadas en la vida cotidiana. Por lo tanto, después de ser utilizadas en el ritual, se veía necesario su destrucción, ya que de lo contrario la energía o poder que emanaban podría desequilibrar la vida tal como la conocemos.

Además, en numerosas ocasiones, cuando se producía un cambio de gobierno o de creencias, las piezas artísticas eran destruidas debido a que representaban lo antiguo, aquello que se pretendía cambiar. La demolición de estas obras no solo atentaba contra la manifestación divina que encarnaban, sino también contra las ideologías previas, los gobernantes y el poder establecido. Como resultado, a menudo solo nos encontramos con fragmentos de lo que fueron en su momento obras impresionantes.

Este es un fragmento que en su origen formaba parte de una pieza llamativa, pero en la actualidad solo nos queda un pequeño vestigio de ella. Se trata de la representación de un ser zoomorfo, moldeado en arcilla. En el fragmento se distingue un hocico alargado, con una forma redondeada en el extremo distal. Una línea recorre la base para delimitar la mandíbula inferior. Los ojos apenas son distinguibles, presentando una forma de almendra y siendo convexos. Alrededor de los ojos, se observa una franja abultada que los contornea, simulando un parpado.

La figurilla estaba adherida a la pared de una pieza cerámica, aunque debido a las reducidas dimensiones de la pared, no es posible determinar con precisión el tipo de vasija al que pertenecía.

Lamentablemente, la pieza se encuentra muy erosionada y apenas se pueden distinguir los rasgos de forma clara. Sin embargo, debido a la forma alargada del hocico, es muy probable que se trate de la representación de un perro o un coyote. En cualquier caso, es importante destacar que las figuras que se incorporaban a estas piezas no solo les otorgaban ciertas connotaciones, sino que también desempeñaban un papel en rituales específicos.

El perro estaba asociado con la muerte en las creencias de los grupos del centro de México. Se pensaba que este animal desempeñaba un papel crucial al ayudar a los seres humanos a superar una de las pruebas del inframundo. Por tanto, el perro era considerado un compañero leal y su presencia era de gran importancia en estas sociedades. En contraste, los coyotes estaban asociados con aspectos como la sequedad y la influencia solar, teniendo connotaciones distintas a las del perro.

La falta de la pieza completa y la dificultad para determinar su forma específica, ya sea un vaso, un incensario u otra variante, limita nuestro conocimiento sobre el ritual al que pudo haber pertenecido. Sin embargo, lo que sí podemos destacar es la importancia de la decoración y el papel de los animales en resaltar las fuerzas de la naturaleza. A través de su representación, estas culturas buscaban enaltecer y simbolizar las diversas energías y poderes presentes en el mundo natural.

Las piezas de cerámica que se exhiben en los museos fueron diseñadas con propósitos específicos. Muchas de ellas cumplían funciones tan cotidianas como la alimentación o ayudaban en el desarrollo de un ofici, entre otras actividades. A pesar del transcurso del tiempo y la distancia temporal que nos separa de las antiguas culturas, aún hoy en día seguimos realizando prácticas parecidas y utilizando objetos similares. Un ejemplo claro son los utensilios que empleamos para comer, que continúan siendo parte fundamental de nuestras rutinas diarias.

Obras de la sala

El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico