El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Rostro maya | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Rostro maya

Cultura Maya
Región Tabasco
Período Clásico tardío
Año 600-900 d.C.
Período 9 Clásico tardío
Año 600-900 d.C.
Técnica

Cerámica moldeada

Medidas 6.2   x 5.2  x 3.7  cm
Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1635
Investigador

El rostro es un elemento distintivo que permite identificar la procedencia cultural de una pieza. En la época prehispánica, cada cultura plasmó de manera única los rasgos faciales en sus representaciones artísticas. Durante el periodo Preclásico, se caracterizaron por crear rostros de estilo sencillo, empleando el pastillaje para definir las facciones. Por otro lado, los olmecas representaban rostros de apariencia ruda y enojada, con ceños fruncidos, comisuras de labios hacia abajo y narices chatas. En contraste, los mayas buscaban una expresión más naturalista, y era común en el Clásico Tardío representar una frente inclinada que se unía a la nariz.

Por último, los mexicas y otras sociedades del Posclásico crearon rostros estereotipados y inexpresivos. Estos rostros se caracterizaban por tener orejas en forma de hongo, una boca marcada con una línea, una nariz prominente y un ojo representado mediante un medio círculo con párpado e iris definidos.

Esta pieza es un rostro de una figurilla hueca que muestra características distintivas. Fue elaborada utilizando moldes para crear las diferentes partes. Uno de los aspectos más llamativos de esta pieza es su intenso color anaranjado, que es característico de las piezas producidas en la región de Tabasco. Desafortunadamente, la pieza se encuentra fracturada a la altura del cuello y en el tocado, por lo que solo tenemos acceso al rostro. A pesar de estas limitaciones, los rasgos faciales presentes en la pieza permiten identificar una posible filiación maya.

Los ojos de la figurilla son de forma almendrada y convexos. En la parte superior de los ojos se destacan dos bandas que simulan las cejas y se unen en el ceño, aportando expresividad al rostro. La nariz es prominente y curvada, siguiendo la misma inclinación de la frente. La boca está entreabierta, mostrando un labio superior con forma de M y un labio inferior recto, lo que crea la apariencia de una boca entreabierta. Es posible apreciar dos dientes a cada lado de la boca. Los pómulos están bien definidos y en los cachetes se observan dos líneas horizontales incisas, agregando detalles a los rasgos faciales. Además, la pieza presenta elementos que denotan la jerarquía del personaje representado, como las dos grandes orejeras circulares con esferas en el centro. Y en medio de la frente, cae una pequeña tira que lleva tres cuentas esféricas, aportando adornos adicionales al rostro.

En estas piezas solía ser común representar vestidos y tocados elaborados, aunque lamentablemente en el caso de esta pieza en particular, estos elementos se han perdido. A pesar de ello, el fragmento que nos ha llegado todavía contiene suficiente información para identificarlo como la representación de una mujer maya perteneciente al periodo Clásico tardío de la región de Tabasco.

El rostro es un elemento distintivo que permite identificar la procedencia cultural de una pieza. En la época prehispánica, cada cultura plasmó de manera única los rasgos faciales en sus representaciones artísticas. Durante el periodo Preclásico, se caracterizaron por crear rostros de estilo sencillo, empleando el pastillaje para definir las facciones. Por otro lado, los olmecas representaban rostros de apariencia ruda y enojada, con ceños fruncidos, comisuras de labios hacia abajo y narices chatas. En contraste, los mayas buscaban una expresión más naturalista, y era común en el Clásico Tardío representar una frente inclinada que se unía a la nariz.

Obras de la sala

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