La posición del cuerpo ha sido objeto de profundo estudio en el ámbito de la historia del arte. A lo largo de las diferentes culturas, se ha buscado transmitir una amplia gama de emociones y estados de ánimo a través de la representación del cuerpo y el rostro. Expresar dolor, alegría, desesperación, tristeza o incredulidad ha sido un objetivo recurrente en el arte.
La manera en que se transmiten estas ideas varía según la sociedad y el contexto cultural. En ocasiones, un simple trazo o gesto puede modificar por completo el significado de una obra de arte. En otros casos, es necesario recurrir a una transformación completa del cuerpo, adoptando posiciones irreales o simbólicas, con el fin de mostrar la complejidad de las sensaciones que el artista desea expresar.
La capacidad de transmitir emociones y significados a través del lenguaje corporal ha sido una herramienta fundamental en la creación artística. El cuerpo humano se convierte en un medio de comunicación expresivo, capaz de reflejar las experiencias y las emociones tanto individuales como colectivas.
En el arte prehispánico, la abstracción fue una cualidad predominante en la creación de imágenes, con algunas excepciones notables como los olmecas y los mayas. Esta abstracción permitió que se representara el cuerpo y sus expresiones de manera simplificada, utilizando líneas de forma efectiva. Como resultado, cualquier modificación en la figura transmitía con precisión un movimiento o una actividad particular, evidenciando la habilidad de los artistas para comunicar significados con apenas unos trazos.
Estas figurillas destacan por su notable intención de expresar una actividad y un sentimiento específico a través de la representación corporal. Están elaboradas en piedra, presentan un cuerpo esculpido exclusivamente con líneas rectas, lo que representa un desafío para transmitir emociones en la obra. Sin embargo, los artistas logran superar esta dificultad y plasman con maestría la intención y el sentimiento deseado en estas figurillas.
Las dos figurillas representan a una persona sentada, con los brazos apoyados en los muslos y las piernas flexionadas. En el caso de la primera figura, el rostro se ha esculpido mediante el uso de desgastes: una línea horizontal delinea los ojos, otra separa la nariz de la boca y un último desgaste crea la división de los labios. Esta técnica de esculpido detallado y preciso resalta la expresividad del rostro y permite capturar los rasgos distintivos con gran habilidad.
La cabeza se separa del cuerpo mediante un desgaste que forma el cuello, dando una transición suave entre ambas partes. El tronco, de forma cuadrada, se define con una línea incisa a cada lado para representar los brazos y marcar la separación entre el torso y las piernas. Los brazos están flexionados en un ángulo de noventa grados, y las manos se extienden hacia adelante, destacando con dos incisiones profundas que simbolizan los dedos.
En contraste con el delgado y estilizado torso, las piernas de las figurilla presentan una notable peculiaridad. Los muslos son notablemente largos en proporción a las pantorrillas, que son más cortas. Para representar la flexión de las piernas, se ha realizado un desgaste triangular en la base de la pieza, entre el muslo y la pantorrilla. Esta forma triangular crea una sensación de movimiento y dinamismo en la figura, enfatizando la posición sentada y añadiendo interés visual a la composición. Los pies se sugieren con una ligera saliente, aunque su representación es mínima en comparación con el detalle de otras partes del cuerpo.
La segunda pieza exhibe varias de las características descritas anteriormente. La cabeza es notablemente grande y se inclina ligeramente hacia arriba. Los rasgos faciales están representados con un óvalo que forma los ojos y la boca, mientras que la nariz se muestra prominente. Una particularidad de esta pieza es la presencia de dos orificios para representar las fosas nasales, así como otros dos en el interior de la boca, indicando que estas cavidades se crearon mediante la unión de varias perforaciones.
Los brazos de la figura se encuentran doblados en el codo y se extienden hacia adelante, descansando en las piernas. Las manos no se distinguen claramente en la escultura. Las piernas están flexionadas, una al lado de la otra, y al igual que en la pieza anteriormente descrita, se representa esta posición mediante un desgaste en la base para simular la separación entre los muslos.
Un aspecto distintivo de esta última pieza son los dos orificios presentes en la parte posterior de la rodilla y otros dos en la espalda. Además, se puede observar una capa de estuco que aún conserva trazos de una línea roja gruesa que delimitaba las piernas, los brazos y los rasgos faciales. Sin embargo, debido al desgaste y las concreciones de tierra, no se puede afirmar con certeza la identidad y la intención original de esta pintura.
La expresión representada en ambas piezas es notablemente particular. Al estar representadas en una posición sedente, transmiten un carácter de estatus elevado o de pertenencia a la élite. Sin embargo, lo interesante es que estas figuras no están mirando directamente hacia adelante en una actitud de poder o dominio, sino que su mirada se dirige hacia arriba, adoptando una actitud suplicante.
Esta postura sugiere una conexión con prácticas rituales y un acto de súplica hacia una deidad o fuerza divina. Pareciera que estas figurillas fueron concebidas con la intención de representar una relación entre el individuo y lo sagrado, como si estuvieran inmersas en un acto de oración o ruego.