El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Molcajete figurativo con su tejolote | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Molcajete figurativo con su tejolote

Cultura Occidente de México
Región Occidente
Período Clásico-Posclásico
Año 200-1531 d.C.
Período 9 Clásico-Posclásico
Año 200-1531 d.C.
Técnica

Piedra volcánica tallada y pulida

Medidas

Molcajete: 11.8 x 26.5 x 28.7 cm
Mano o temolote: 10.3 x 6.2cm (diámetro)

Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1422
Investigador

Esta piedra de moler es un instrumento y a la vez una obra escultórica figurativa que nos plantea directamente que la separación del arte con lo utilitario no existe; aún en los objetos de uso práctico de configuración más sencilla existe una materialización formal, por medios técnicos, en los que subyace la sensibilidad y la cultura artística del hacedor y desde luego se ostentan cualidades expresivas.

Nuestro molcajete, o mortero cilíndrico trípode, está hecho de un solo bloque de piedra, tiene el fondo y la base planos y en la pared recto divergente exterior muestra dos hileras de protuberancias reticuladas y una cabeza sobresaliente, al parecer de animal. Las protuberancias remiten a una piel escamosa, de lagartija o caimán, o probablemente a una mazorca, no obstante, no tiene la forma apropiada para moler el maíz, pues para ello se emplean metates rectangulares y un metlapil o rodillo largo. La pieza que vemos, con la mano o tejolote que le acompaña invariablemente,  sería apta para moler condimentos o bien, frutos y vegetales y preparar salsas o pastas; igualmente pudieron pulverizarse sustancias no comestibles, así como servir de recipiente. El fino diseño acinturado del tejolote facilita y hace más eficaz su manipulación.

De acuerdo a sus funciones, la materialidad de los instrumentos de molienda es muy importante. Están hechos de piedras volcánicas, como andesita o basalto, que de un lado se caracterizan por ser impermeables, lo cual evita la penetración de sustancias que ocasionaran la mezcla de sabores, y de otro, por ser porosas, lo que ayuda a darle una textura especial a las salsas u otras preparaciones molcajeteadas. Por ser de piedra, su durabilidad es muy prolongada; ante nosotros tenemos un atractivo ejemplar centenario.

El molcajete/tejolote y el metate/metlapil son emblemáticos de las cocinas mesoamericana y mexicana, constituyen un valioso patrimonio cultural en riesgo de extinción debido a su desplazamiento extensivo por los aparatos eléctricos. Por fortuna, su uso y elaboración se mantiene en comunidades rurales y la alta gastronomía pondera las cualidades en sabor y textura que proporcionan las piedras de moler.

Los términos derivan del náhuatl; en lo particular molcaxitl se forma por los vocablos molli, que se traduce como guisado y salsa, y caxitl, cajete o escudilla; en tanto, tejolote viene de tetl, piedra y xolouia, machacar o pulverizar. Asimismo reciben otros nombres en otros idiomas. A diferencia del metate, que se coloca en el piso y para usarlo es necesario arrodillarse frente a él, para el uso óptimo del molcajete hay que estar de pie y el instrumento debe colocarse en una superficie firme que permita comodidad en el manejo del tejolote.  

La invención de esta tecnología es remota, precede al surgimiento de Mesoamérica y Aridoamérica. Las evidencias registradas se ubican en el horizonte Cenolítico, al menos desde el 7000 a.C., y se asocian con el procesamiento de vegetales; no sobra recordar que entonces no existía la separación de las superáreas culturales y todo el territorio de lo que actualmente es México estaba poblado por sociedades nómadas y seminómadas, cazadoras, recolectoras y pescadoras.

Debido a su elaboración artística es posible que el molcajete que nos ocupa no tuviera un uso doméstico o cotidiano, sino uno ceremonial en el procesamiento de alimentos o sustancias durante rituales; asimismo, pudo asociarse con individuos de alto estatus social y económico, ya sea durante su vida o en su ajuar funerario.

Esta piedra de moler es un instrumento y a la vez una obra escultórica figurativa que nos plantea directamente que la separación del arte con lo utilitario no existe; aún en los objetos de uso práctico de configuración más sencilla existe una materialización formal, por medios técnicos, en los que subyace la sensibilidad y la cultura artística del hacedor y desde luego se ostentan cualidades expresivas.

Obras de la sala

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