El mural está compuesto por tres etapas constructivas, del centro hacia los laterales vemos el sincretismo de las culturas indígena, negra y mestiza, en el centro se encuentra representada con vestimentas coloridas, mitad congo mitad india, a una madre África que pare a sus hijos dioses creadores de una nueva cultura. A la izquierda se encuentra el corazón que late a la vez que sus venas abiertas, que son saqueadas por su propia gente, y que están hambrientos de poder y de ser reconocidos; el mural indaga en memoria de las manifestaciones culturales que describen qué es ser NEGRO, es una búsqueda del México negro, de la América negra, donde han aparecido conceptos “NUEVOS” para describir a las poblaciones y comunidades que siempre han vivido aquí o llevan cientos de años ocupando nuestro territorio, y que la disculpa histórica es que “no se veían”; pero los artistas creen que la sociedad los ignoraba por sus características que no pertenecen al estándar de la belleza mundial o son incómodos para la vista.
En los personajes laterales se reivindica la identidad africana, aunque también intenta desmarañar los conceptos de afroamericanos, afrodescendientes o africanos, todos estos conceptos para describir (negros, salta patrás, cambujo, morenos, etcétera), se refieren a las personas de linaje africano y de fenotipo negro o mulato.
Pero qué sucede que en la memoria de su niñez él sólo era negro, moreno, indio, pero no existía el conocimiento del origen o del autorreconocerse como afromexicano, lo vivía en carne propia en su día a día, en la pesca, la ganadería, la copra, la caña, oficios heredados de sus antepasados, también esta rebeldía del cimarrón para ser libre de los tambores congos y su homenaje a los negros panameños que resguardan su tradición rematando con la puerta del no retorno que representa exactamente eso, el no retorno, después de conocer tan dolorosa realidad de la negación de nuestro origen de ese blanqueamiento sistemático que se vive.
En el lado derecho vemos el misticismo, pero esa búsqueda de ser libre, de conservar esa identidad mágica de la mujer que reproduce las costumbres, las resguarda y se quedan como parte de esta magia de la curandería que se comparte en los dos continentes: África y América, este mural es en palabras del artista Baltazar Castellano, “Soy hijo de madre negra y padre mixteco, soy un mestizo que ha vivido la transgresión y la discriminación por mi origen, por eso comencé a pintar a mi gente y después a interpretar mi realidad para que cada obra que hago sea una fuente histórica nueva que cuente esta nuestra historia, nuestra memoria y que jamás vuelva a ser borrada. Por medio de este mural se expresan las costumbres, las tradiciones, el territorio y nuestra forma de vivir del pueblo negro, ya que así de esa manera podemos ser libres en verdad, reconociéndonos y enseñándole al otro y a mi pueblo que existimos, educando sólo así nos reconocerán y nos reconoceremos, esa es la función del arte”.
El mural está compuesto por tres etapas constructivas, del centro hacia los laterales vemos el sincretismo de las culturas indígena, negra y mestiza, en el centro se encuentra representada con vestimentas coloridas, mitad congo mitad india, a una madre África que pare a sus hijos dioses creadores de una nueva cultura. A la izquierda se encuentra el corazón que late a la vez que sus venas abiertas, que son saqueadas por su propia gente, y que están hambrientos de poder y de ser reconocidos; el mural indaga en memoria de las manifestaciones culturales que describen qué es ser NEGRO, es una búsqueda del México negro, de la América negra, donde han aparecido conceptos “NUEVOS” para describir a las poblaciones y comunidades que siempre han vivido aquí o llevan cientos de años ocupando nuestro territorio, y que la disculpa histórica es que “no se veían”; pero los artistas creen que la sociedad los ignoraba por sus características que no pertenecen al estándar de la belleza mundial o son incómodos para la vista.