La representación de la figura femenina como símbolo de fertilidad se entremezcla con la percepción erótica del cuerpo, asumida por las culturas mesoamericanas con apertura y naturalidad. Las figuras votivas destacan, de manera abiertamente desproporcionada, senos, caderas, muslos y vulva, aludiendo simultáneamente a la sexualidad y la fertilidad. A estas representaciones se suma la doble cabeza, símbolo de la dualidad que condujo el pensamiento prehispánico.
Este rasgo sugiere la concepción también dual de la sexualidad, representada en las diosas centrales femeninas. Xochiquétzal, la diosa del amor, las flores y la música, amparaba las relaciones de amor erótico que no tenían como finalidad la reproducción. Tlazoltéotl, diosa de la procreación y la fertilidad, protegía las relaciones reproductivas además de que se le atribuía el poder para generar la lujuria. En el pensamiento prehispánico, el sexo se relacionaba con lo divino y el orden del universo y la naturaleza, en tanto que la reproducción permitía al ser humano contribuir al equilibrio del cosmos.
La representación de la figura femenina como símbolo de fertilidad se entremezcla con la percepción erótica del cuerpo, asumida por las culturas mesoamericanas con apertura y naturalidad. Las figuras votivas destacan, de manera abiertamente desproporcionada, senos, caderas, muslos y vulva, aludiendo simultáneamente a la sexualidad y la fertilidad. A estas representaciones se suma la doble cabeza, símbolo de la dualidad que condujo el pensamiento prehispánico.