El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Tecolote | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Tecolote

Cultura Teotihuacana
Región Valle de México
Período Clásico
Período 9 Clásico
Año 200 – 650 d.C.
Técnica

Piedra desgastada

Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 230
Investigador

Los animales en la época prehispánica tenían un fuerte simbolismo e, incluso, la primera representación de las fuerzas sobrenaturales adquirió una forma zoomorfa, antes de ser representadas antropomórficamente. Basta recordar el vínculo tan fuerte que se dio entre la serpiente y la lluvia en los primeros milenios del desarrollo mesoamericano o del jaguar y el agua que brotaba de la tierra.

            El cambio de las representaciones zoomorfas a las antropomorfas, para expresar lo divino, se dio de una manera rotunda en Teotihuacán, aunque en otras regiones de Mesoamérica este proceso se había dado unos cuantos siglos antes. Este cambio no implicó que los animales desapareciesen y, por el contrario, podemos ver como su representación continúa siendo la mejor manera de expresar aquellos conceptos e ideas que no podían ser aprehendidos por medio de los sentidos, como eran las nociones de fertilidad, muerte y poder, entre muchas otras.

            En el caso de la pieza 230 de la colección del Museo Amparo, se representó la cabeza de un animal. Su forma es circular y tiene el canto con un grosor uniforme, ligeramente inclinado hacia la parte exterior. Por detrás la pieza no tiene marcas, encontrándose todo el trabajo en la parte frontal. Los rasgos son muy sencillos y sintéticos, los cuales fueron realizados desgastando la piedra.

            La superficie frontal es plana y solamente en la parte superior se aprecian dos medios círculos que se unen en el centro y, a partir de ahí, la pieza se eleva ligeramente. Cada una de estas circunferencias contiene dos círculos, los cuales tienen un contorno ligeramente elevado con una concavidad en el centro. Entre estas dos circunferencias surge un prisma con base triangular, el cual se encuentra fracturado y llega a una nueva circunferencia con los bordes pronunciados y una concavidad en el centro a manera de boca.

            Esta pieza, por los ojos redondos y el pequeño pico, representa a un tecolote. Pese a que no sabemos que representaba este animal en el Clásico, sabemos que unos cuantos siglos después estará vinculado a la muerte y a los malos presagios. Se pensaba que cuando esta ave nocturna ululaba en las cercanías de una casa, indicaba que una persona cercana iba a fallecer, de ahí el dicho “cuando el tecolote canta, la persona muere”.

La relación entre el tecolote y la muerte no sólo es por sus hábitos nocturnos. Los mayas explicaban que era una venganza hacia el hombre, ya que en los primeros tiempos todas las aves se habían reunido en una gran fiesta y habían ingerido una bebida alcohólica. El tecolote rápidamente se emborrachó y un hombre se burló de eso. La broma causó tanta gracia que todas las demás aves se rieron. Humillado el tecolote juró vengarse del hombre y se convirtió en el encargado de anunciar su muerte.

Así, esta sencilla pieza, estaría cargada de una aterradora noción para el hombre y representaba a un animal que se encarga de anunciarle su fin en este mundo. Por tanto, los animales se encargaban de anunciar cosas benéficas para el hombre, como el agua y la vida, pero también eran los mensajeros de lo malo, aquello que traía sequía y también la muerte.

Los animales en la época prehispánica tenían un fuerte simbolismo e, incluso, la primera representación de las fuerzas sobrenaturales adquirió una forma zoomorfa, antes de ser representadas antropomórficamente. Basta recordar el vínculo tan fuerte que se dio entre la serpiente y la lluvia en los primeros milenios del desarrollo mesoamericano o del jaguar y el agua que brotaba de la tierra.

Obras de la sala

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