El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Pectoral con rostro de Dzahui | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Pectoral con rostro de Dzahui

Cultura Mixteca
Región Mixteca, Oaxaca
Período Posclásico
Período 9 Posclásico
Año 1000-1521 d.C.
Técnica

Piedra pulida con decoración por desgaste y perforaciones.

Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 917
Investigador

En la plástica mesoamericana existen pocas deidades que tuvieron la difusión del dios de la lluvia. Desde que surgió su figura en la ciudad de Teotihuacán se convirtió en un modelo que siguieron pueblos de distintas regiones. Ya fuera Chaac entre los mayas, Tláloc para los nahuas, Cocijo en los zapotecos o Tirípeme Curicaueri entre los purépechas, el dios de la lluvia se encuentra siempre presente. Su figura va a tener dos características que lo distinguen de cualquier otra deidad: por un lado, sus anteojeras circulares que rodean los ojos y por el otro su bigotera, la cual consiste en una banda sobre el labio que baja en sus costados y se enrolla en las puntas. Con este rostro, las culturas, aunque representaban al dios del agua, le daban cualidades benéficas o maléficas, proveía la lluvia en abundancia o causaba su escasez.  Incluso, existieron pueblos que tenían tal apego por esta deidad que se llamaban el pueblo de la lluvia, Ñuu Dzahui, nombre originario para la mixteca y los mixtecos de Oaxaca.

            La pieza 917 de la colección del Museo Amparo, es un pectoral que representa esta deidad. El objeto está comprendido en una forma pentagonal, siendo la base más grande que el resto de los lados. Por detrás la pieza se compone por dos formas planas en escuadra, creándose un ángulo de 90º. Asimismo, tiene la particularidad de presentar la separación de pequeñas partes de su superficie, como si se tratara de escamas, resultado de algún tipo de intemperismo biológico, pero en su momento debió de lucir una superficie que lucía tonos ocres y verdes.

            La figura principal está comprendida en un cuadro que se forma por una banda. La tira está remarcada por dentro y por fuera y en su interior tiene círculos marcados por desgaste. A cada lado se encuentra una voluta en posición vertical con la espiral hacia la parte superior, le siguen dos líneas horizontales incisas, un cuadrado con un círculo en el centro, otras dos líneas horizontales y, por último, cuatro líneas verticales. Con estos diseños se representa una oreja con una suntuosa orejera. La oreja es “tipo hongo”, forma muy común en el arte de las distintas sociedades del Posclásico, llamada de esta manera debido a que parece como si un hongo se hubiera cortado a la mitad y se hubiera colocado como oreja.

            La parte central es la más sencilla, pero a su vez es también la más representativa por su simplicidad y precisión. Los ojos son creados con dos orificios realizados por desgaste por abrasión. La nariz es únicamente creada desgastando de forma plana el área de la boca, lo cual produce una hondonada. Así, de perfil se distingue como va creciendo la superficie, desde la frente a la nariz, y se interrumpe en la punta, donde se forma un área plana. La boca es también un orificio elaborado por medio de desgaste y en la parte superior se distingue una banda que rodea a la boca, la cual se curvea hacia adentro en los extremos, generando la típica bigotera del dios de la lluvia.

            La sencillez en la pieza y los rasgos típicos (oreja en forma de hongo, bigotera, tocado con círculos) recuerdan representaciones del dios mixteca Dzahui (deidad de la lluvia) y los dos orificios que presenta a los lados sugiere que esta pieza se colgaba, con lo cual se creaba un evidente vínculo entre la persona que lo portaba y la deidad, se hacía patente la condición del personaje como Ñuu Dzahui, pueblo de la lluvia.

En la plástica mesoamericana existen pocas deidades que tuvieron la difusión del dios de la lluvia. Desde que surgió su figura en la ciudad de Teotihuacán se convirtió en un modelo que siguieron pueblos de distintas regiones. Ya fuera Chaac entre los mayas, Tláloc para los nahuas, Cocijo en los zapotecos o Tirípeme Curicaueri entre los purépechas, el dios de la lluvia se encuentra siempre presente. Su figura va a tener dos características que lo distinguen de cualquier otra deidad: por un lado, sus anteojeras circulares que rodean los ojos y por el otro su bigotera, la cual consiste en una banda sobre el labio que baja en sus costados y se enrolla en las puntas. Con este rostro, las culturas, aunque representaban al dios del agua, le daban cualidades benéficas o maléficas, proveía la lluvia en abundancia o causaba su escasez.  Incluso, existieron pueblos que tenían tal apego por esta deidad que se llamaban el pueblo de la lluvia, Ñuu Dzahui, nombre originario para la mixteca y los mixtecos de Oaxaca.

Obras de la sala

El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico