La representación del cuerpo humano, y los efectos del tiempo en este, fue uno de los temas más trabajados en el arte mesoamericano. En ese sentido, se elaboraron piezas que detallaban las distintas etapas de la vida: la infancia, la madurez y la vejez. No obstante, también existen figurillas donde se resaltaron enfermedades y males congénitos.
La pieza 637 proviene del yacimiento arqueológico de Tlatilco, por lo que es posible datar su elaboración en el periodo Preclásico, entre el 2500 y el 500 a. C. Es muy posible que esta figura fuera elaborada sobre un soporte liso en el que se colocó el barro y se trabajó hasta lograr la forma deseada, indicio de esto es la superficie totalmente lisa de la parte posterior del objeto.
El diseño de la pieza es burdo, pues carece de simetría y muestra rigidez. Los costados están marcados por una línea que inicia en las axilas y culmina en la planta de los pies, este elemento dibuja el contorno del cuerpo. Las piernas son rectas y no muestran ningún tipo de movimiento; los pies poseen tres incisiones que recrean los dedos. Todo esto, en conjunto, da como resultado un cuerpo esquemático.
Los brazos del personaje son desproporcionados con respecto al resto del cuerpo, el derecho está más elevado que el izquierdo y ambos se perciben curveados. Las manos tan sólo poseen cuatro dedos y están detalladas con una línea que simula el pliegue de la piel en la muñeca. Cabe resaltar que esta configuración corporal no es casual, pues tiene la intención de representar ciertas anomalías. Los sistemas de pensamiento religioso de los grupos mesoamericanos daban un lugar especial a los individuos deformes, pues se consideraba que sus malformaciones eran consecuencia de la expresión o voluntad de las deidades.
Llama la atención que el alfarero autor de la pieza modeló un par de senos prominentes que dominan el pecho de la figura, pero decidió no incluir ningún elemento, masculino o femenino, que distinga la zona genital; esta ausencia contrasta con otros objetos similares y de la misma temporalidad.
El cráneo del individuo muestra una clara deformación y es evidente que el rostro y los rasgos faciales carecen de simetría; estos fueron plasmados por medio de la técnica de incisión. La nariz está bien perfilada y forma una línea recta que se prolonga hasta el inicio del cráneo; este elemento facial fue modelado y alargado hasta formar líneas curvas que simulan las cejas.
Aunque el rostro del personaje es inexpresivo, se percibe que su boca está abierta y da la impresión de que está a punto de hablar; los labios son gruesos y fueron elaborados mediante pastillaje.
Por otra parte, la deformidad general de este individuo se complementa con sus mejillas, grotescas e infladas, y con la disparidad de sus orejas: la izquierda es demasiado pequeña y la derecha es tan grande que porta una notable orejera.
La representación del cuerpo humano, y los efectos del tiempo en este, fue uno de los temas más trabajados en el arte mesoamericano. En ese sentido, se elaboraron piezas que detallaban las distintas etapas de la vida: la infancia, la madurez y la vejez. No obstante, también existen figurillas donde se resaltaron enfermedades y males congénitos.