El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Tlalchichi y xoloitzcuintle | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Tlalchichi y xoloitzcuintle

Cultura Tumbas de tiro
Estilo Comala
Región Colima
Período Preclásico tardío–Clásico temprano
Año 300 a.C. - 600 d.C.
Período 9 Preclásico tardío–Clásico temprano
Año 300 a.C. - 600 d.C.
Técnica

Escultura cerámica modelada, incisa y bruñida

Medidas 25.2   x 15.3  cm
Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 4
Investigador

De acuerdo con investigaciones biológicas de Raúl Valadez, Alicia Blanco y Bernardo Rodríguez, en el México antiguo existieron cuatro razas de perros: el más abundante fue de talla mediana, cuerpo esbelto, cabeza alargada y pelaje; uno semejante al anterior, solo que de rostro corto, se identifica en la región maya; otro parecido al primero pero de patas cortas asociado con el Occidente y Centro de Mesoamérica; el xoloitzcuintle es la cuarta raza, con dos variedades, una con pelo y otra pelón.

En las obras que componen este conjunto es factible reconocer dos razas de perros: el tlalchichi y xoloitzcuitle; el primero es macho. Su magistral modelado naturalista, con énfasis en los detalles anatómicos, es una muestra del arte escultórico que produjo, en la región Occidente de Mesoamérica, la cultura de las tumbas de tiro. Se trata de una sociedad milenaria, que al menos desde el 300 a.C. hasta el año 600 de nuestra era, habitó un vasto y diverso territorio que abarca el sur de Sinaloa y de Zacatecas, Nayarit, Jalisco, Colima y partes colindantes de Michoacán.

Las múltiples comunidades que integraron la cultura de tumbas de tiro expresaron elementos de su identidad en modalidades estilísticas zonales del arte cerámico en la forma de esculturas y vasijas; los perros en los detenemos nuestra mirada tienen su origen en la escuela artística del valle de Comala, en Colima. Algunos de sus atributos son el modelado de volúmenes huecos con salientes tubulares a manera de boca de recipientes, la superficie con engobes que tienden a parecer monocromos y el bruñido o fino pulimento con un objeto compacto que genera brillantez. 

Las características del perro con el registro 4 corresponden al que en el Códice florentino se denomina tlalchichi. En esta obra enciclopédica conducida por fray Bernardino de Sahagún en el siglo XVI, se concentró el conocimiento y la cosmovisión de los nahuas del Centro de México a través de un grupo de intelectuales indígenas. En sus textos en náhuatl y español, acompañados de pinturas, se mencionan e ilustran varias razas, una de ellas es el tlalchichi, término formado por los vocablos tlal (que significa Tierra o terreno) y chichi (perro, perra, mamar), que se traduce como perro de piso, de suelo o de tierra, en referencia a un animal de patas cortas. En el libro de este códice dedicado a la fauna, flora y la naturaleza en general, estos perros se describen como “bajuelos, redondillos, son muy buenos de comer”. La obra lo representa con cráneo dolicocéfalo, torso alargado y robusto y cola corta; su actitud vital y alerta resultan extraordinarias, en particular ello se expresa en las grandes orejas erguidas, el hocico entreabierto con la lengua asomándose por un lado y en la cola levantada. Como confirmación de la intención naturalista del artista que lo modeló, tiene genitales masculinos. Cabe notar que su coloración oscura, negra, grisácea y café, no es pictórica, sino que se logró mediante la cocción en un horno cerrado, con atmósfera reductora.

El color rojizo del segundo perro del conjunto, con el registro 1134, indica que su superficie fue cubierta de un engobe con hematita u óxido de fierro, y luego del bruñido fue sometido a cocción en un horno con ventilación, que al final produjo el distintivo rojo bermellón de la cerámica Comala. Como se ha dicho, se trata de un xoloitzcuintle; las incisiones lineales que surcan el rostro y los relieves del torso figuran un animal sin pelaje y con la piel arrugada.

En comparación con el tlalchichi del conjunto, éste se ve esbelto y con las patas largas; sus patas traseras están flexionadas y baja su cola hacia un lado. Xoloitzcuintle es otro término náhuatl registrado en el Códice florentino, que suele traducirse como “perro raro” o “perro arrugado”. Se integra por las voces xolo o xólotl e itzcuintli; algunas acepciones de xolo o xólotl son monstruoso -en el sentido de anormal o raro-, sirviente, sentarse en cuclillas, plegar y arrugar; mientras que itzcuintli es un genérico de perro y pudiera aludir a sus dientes filosos en relación con itztli, que es obsidiana o navaja de obsidiana;

La escultura además integra en su composición un rasgo distintivo del estilo comalense: en la parte superior de la cabeza se abre una discreta vertedera cilíndrica con ancho borde recto divergente. Otro elemento por mencionar son las manchas negras de contorno irregular distribuidas en la superficie del xoloitzcuintle. Son depósitos de manganeso y evidencian que la obra estuvo sepultada, con alta probabilidad como parte de una ofrenda funeraria. Este mineral se encuentra en el suelo y de modo circunstancial se adhirió a la pieza, pues no todas las piezas cerámicas lo presentan, aun cuando hayan sido depositadas en contextos subterráneos.

En el panorama del arte del México antiguo la cultura de las tumbas de tiro ofrece una numerosa y magnífica representación de perros, en correlación con sus valores religiosos, míticos y rituales, entre otros.  

De acuerdo con investigaciones biológicas de Raúl Valadez, Alicia Blanco y Bernardo Rodríguez, en el México antiguo existieron cuatro razas de perros: el más abundante fue de talla mediana, cuerpo esbelto, cabeza alargada y pelaje; uno semejante al anterior, solo que de rostro corto, se identifica en la región maya; otro parecido al primero pero de patas cortas asociado con el Occidente y Centro de Mesoamérica; el xoloitzcuintle es la cuarta raza, con dos variedades, una con pelo y otra pelón.

Obras de la sala

El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico