Estos dos cajetes presentan un tamaño muy reducido que nos permite clasificarlos como cerámica miniatura. Generalmente la cerámica de este tipo incluye las mismas formas cotidianas de la cerámica de tipo doméstica, pero en una escala reducida. Pueden encontrarse ollas, cajetes, vasos, cuencos o platos de este tipo y se ha interpretado que pueden tratarse de juguetes, tal vez particularmente asociado con niñas, por el rol de la mujer dentro de las sociedades prehispánicas y su vínculo con actividades de tipo doméstico, como la preparación de alimentos. Sin embargo, en realidad las evidencias arqueológicas difícilmente han comprobado esto, por lo que otro uso que se le ha asignado a la cerámica miniatura es el utilitario. Esto significa que estos objetos pudieron haber servido como contenedores de sustancias, como pigmentos o minerales utilizados por los artistas en la elaboración de otros productos, como esculturas o incluso códices.
La pieza con el número 258 es un cajete de paredes recto-divergentes, base y fondo planos y borde redondeado, ligeramente engrosado. Fue modelado en barro y se aplicó un engobe anaranjado sobre toda la pieza, al cual se le dio un acabado alisado, probablemente con algunas partes ligeramente pulidas.
La pieza con el número 261 es un cajete modelado en barro de paredes curvo-divergentes, con base y fondo planos. Su borde es del tipo biselado al interior y tiene un labio redondeado. Dicho borde fue decorado con una banda de engobe color rojo y con un acabado pulido. El resto de la pieza presenta un engobe anaranjado, con acabado alisado y con un pulido un tanto burdo.
Ambas piezas presentan restos de cal y argamasa, posiblemente adquiridos del contexto en el cual fueron enterrados y que han quedado adheridos a la pieza. Las características de estos cajetes nos permiten inferir que pertenecen a una etapa tardía del periodo Clásico, probablemente en el área de Teotihuacán, aunque no se puede descartar que pertenezcan a otra región del Altiplano Central. Parecieran emular los cajetes del tipo Anaranjado Delgado, muy característicos de un periodo más temprano en Teotihuacán, pero su manufactura un tanto más burda, y el barro utilizado, nos permite fecharlos para etapa Metepec (650-750 d.C.), por lo menos.
Con ello podemos ver que esta pieza es un reflejo de lo que está ocurriendo en Teotihuacan, ya que en ese momento era cuando la sociedad estaba en franco declive, el poder simbólico y político que antes había ostentado se había perdido; estaban surgiendo nuevas ciudades con nuevas ideas y la grandeza de Teotihuacan parecía quedar atrás a tal punto que fue en este momento cuando se dio su colapso. A pesar de ello, Teotihuacan siguió siendo ocupada y aunque su tamaño se había reducido considerablemente pasando de 200 000 habitantes a cerca de 20 000, continuaba siendo la ciudad más grande del Centro de México, esto llevaba que en los objetos que producían se viera una cierta añoranza por aquella grandeza perdida, como se puede apreciar en estas dos piezas.
Estos dos cajetes presentan un tamaño muy reducido que nos permite clasificarlos como cerámica miniatura. Generalmente la cerámica de este tipo incluye las mismas formas cotidianas de la cerámica de tipo doméstica, pero en una escala reducida. Pueden encontrarse ollas, cajetes, vasos, cuencos o platos de este tipo y se ha interpretado que pueden tratarse de juguetes, tal vez particularmente asociado con niñas, por el rol de la mujer dentro de las sociedades prehispánicas y su vínculo con actividades de tipo doméstico, como la preparación de alimentos. Sin embargo, en realidad las evidencias arqueológicas difícilmente han comprobado esto, por lo que otro uso que se le ha asignado a la cerámica miniatura es el utilitario. Esto significa que estos objetos pudieron haber servido como contenedores de sustancias, como pigmentos o minerales utilizados por los artistas en la elaboración de otros productos, como esculturas o incluso códices.