Los recipientes de barro blanco, beige o crema con pintura negra, roja o café normalmente son llamados simplemente de tipo “negro-sobre-blanco”. Son particularmente típicos de la Huasteca en el periodo Posclásico (900-1520 d.C.), especialmente en sus últimos tres siglos. Se encuentran en casi toda la extensión de influencia huasteca.
El barro es fino y compacto con desgrasante pequeño, generalmente de cuarzo. La pintura negra, que puede variar de café oscuro a negro y hasta rojo mate o vivo, es aplicada directamente sobre la superficie de la vasija. En algunos casos, un baño del mismo barro, un engobe blanco o crema es puesto antes de aplicar la pintura. Todo esto habitualmente ocurre previo a la quema de la vasija en hornos abiertos; un proceso muy bien cuidado con el objetivo de evitar decoloraciones por oxidación. En algunos ejemplares, el engobe y la pintura se añaden posterior al horneado.
Entre este enorme grupo de vasijas hay una considerable variación en los distintos usos. Aquí encontramos pequeñas ollas de aproximadamente el mismo volumen, unos con efigies, y otros con pequeñas caras en el cuello del recipiente. Los primeros de efigies tienen asas de banda y vertederas con o sin soporte. Los otros tienen dos asas redondas, y no tres como es normal en muchas ollas. Estos están montados hacia un solo lado del recipiente.
Las figuras pintadas o modeladas como estas son típicas de la Huasteca y se encuentran especialmente en la región del Golfo, del área donde esta cultura tiene más presencia. La pintura negra aparenta ser corporal o en algunos casos tatuajes o inclusive escarificaciones.
Las efigies son zoomorfas y antropomorfas, y en algunas instancias combinadas. La mayoría tienen una medida de 20 a 25 centímetros, o un poco más, de alto. Están caracterizadas por tener vertederas tanto con soporte como sin soporte. Es muy posible que estas vasijas hagan un ruido al vaciar el líquido.
Las figuras antropomorfas frecuentemente son representaciones de mujeres con rasgos deformes y posiblemente de enanos. Es probable que estén asociadas con la diosa de la tierra, la diosa del pulque, y el dios de la lluvia o del viento, deidades muy transcendentales en la Huasteca. Los símbolos zoomorfos de las vasijas seguramente representan animales asociados con eventos mitológicos en el cual, casi todos tenían un rol específico.
Asociado también en esta misma clase de vasija, hay pequeñas ollas a veces con fondo convexo y a veces redondas. Estas fueron amarradas a algo más grande para darles estabilidad. Frecuentemente tienen la misma iconografía que está representada en las vasijas con forma humana, de animal o mixto.
En la cosmología mesoamericana, los animales nocturnos eran asociados con poderosos “dioses del inframundo”, también llamados los “dioses de la noche”. Éstos son partes de la mitología y leyendas de sus origines culturales, donde no siempre estaban los mismos animales en todas partes de Mesoamérica.
En la Costa del Golfo, la lista de estos animales incluye: mapache, tejón, grisón, comadreja, coati, y especialmente el tlacuache (blanco). Todos podían ser representados en diversas manifestaciones. Los tlacuaches eran importantes en toda la zona costera, siendo interpretados con aspectos divinos, de sabiduría, y de poder engañar, tanto como poder ayudar al hombre.
Por otra parte, en la Huasteca el pulque fue un gran culto, con mucha profundidad de tiempo y amplia difusión geográfica. A diferencia de muchas partes de Mesoamérica, no hubo un dios del pulque sino una diosa. Esto pudo haber sido un formato de mucha antigüedad en esta parte de la Costa del Golfo. De hecho, las diosas fueron importantes y comunes a través de la cronología cultural de la Huasteca.
Existe la posibilidad que la forma humana con cara zoomórfica en estas ollas sea un avatar de la diosa del pulque o un sujeto divino de la misma y que su presencia fue consistente con un evento mitológico del origen o manejo del pulque.
En algunas tradiciones mesoamericanas, el tlacuache roba el fuego de un grupo de dioses para dárselo a otro que lo necesita, los humanos. Tal vez en este caso el tlacuache, en forma femenina, robó el pulque para la diosa y los huastecos. O alternativamente, la diosa tomó la forma de una tlacuache, o de otro animal nocturno, para conseguir por engaño el pulque al cuidado de otros dioses en la oscuridad del inframundo.
La pieza que aquí nos ocupa es una olla antropomorfa con rasgos zoomorfos que podemos catalogar dentro del estilo negro-sobre-blanco. Se trata de una olla con vertedera sostenida, aparentemente representa una figura femenina con extensa pintura corporal. La imagen de esta vasija tiene los brazos cortos y distorsionados hacia afuera; se encuentra en una postura ritual similar a las encontradas en las figurillas de la Huasteca, con piernas gordas y deformadas que salen de la parte inferior. El rostro, que en algunos casos pudiera ser una máscara, es de un animal en específico.
Las huellas de las manos y pies presentan pintura roja, que también aparece delimitando el rostro, asimismo es usado para enmarcar símbolos sobre las mejillas. Dichos símbolos angulares representan elementos asociados con el dios del viento o el dios de la lluvia, importantes partícipes en el culto del pulque.
La pintura negra fue utilizada para señalar toda una serie de símbolos, muchos de los cuales, aparecen no solamente en las vasijas de este tipo, sino también en las esculturas en piedra de la Huasteca. Por la cintura, está pintado un cinturón con emblemas ligeramente parecidos a los “xicalcolicue”, las grecas escalonadas.
La pintura que cubre desde abajo hasta casi el fondo de la vasija no sería visible a menos que se colocara la olla de lado. Los senos de la figura están pintados por los pezones y hay símbolos repetidos a lo largo y ancho de la pieza. Las orejeras están modeladas, pero la parte superior de la oreja tiene perforaciones, tal vez para insertar cuerdas que sostenían algo, muy posiblemente una tapa a la olla misma. La boca de la olla está arriba de un sombrero o gorra de estilo Huasteco.
Las líneas rojas de la cara probablemente fueron puestas antes que la capa de pintura negra, para marcar el margen de los colores. Los ojos están en curva hacia arriba y en las mejillas con pintura roja se encuentran una serie de símbolos que posiblemente sean escarificaciones o tatuajes, comunes en las vasijas de la Huasteca. La nariz chata tiene perforaciones cónicas profundas hechas posteriores al horneado de la olla. La boca está delineada en forma ovalada por pintura roja. La figura se encuentra en posición sedente. En la parte trasera se muestran unos marcados glúteos con pintura negra y roja.
El barro es muy compacto con desgrasante pequeño. En la superficie tiene un baño grueso de crema y sobre ésta, se encuentra la pintura negra. Existen otros ejemplos donde sobre la crema presenta un baño blanquizco y luego la pintura. Posiblemente, hubo un sonido forzado en la olla cuando el líquido desembocaba por la vertedera. Con la misma pasta y tipo de acabado, existen platos y otras vasijas.
Esta olla efigie parece estar completa, pero se aprecia con un desgaste variado; su deterioro es debido a diversos intentos fallidos de limpieza, es decir, el resultado de lavar la pieza sin cuidado de raspar la pintura negra, probablemente con la intención de quitar la tierra adherida. Sin embargo, es un excelente ejemplo de estas vasijas, presentes en varias partes de la Huasteca durante el periodo Posclásico (900-1520 d.C.).
Por su forma, la figura que se torna en vasija es algo parecida a la figurilla con número de registro 875, que representa a una mujer, probablemente enana, sedente con los brazos y piernas hacia afuera. En la Huasteca hubo muchas representaciones de mujeres, enanos, animales asociados con los dioses, especialmente con los dioses de agua, tierra, y pulque. Esta es probablemente una representación de la diosa del pulque, o en sí, una variación de la diosa de la tierra, en la forma de uno de las animales asociados mitológicamente con el muy importante culto de pulque.