En el yacimiento de Tlatilco se han excavado más de 340 entierros, de los que se han recuperado cientos de figuritas. La mayoría representan distinguidas formas femeninas de rostros muy estilizados, dentro de éstas se ha clasificado un subgrupo al que se ha denominado “mujeres bonitas”. A esta categoría pertenece la figurilla que aquí se analiza, que formaría parte de este grupo de mujeres modeladas cuyas formas femeninas han sido sintetizadas y expresadas en el minimalismo de sus pechos, de su cintura y de sus brazos pequeños, cortos y cónicos, como muñones, donde ni siquiera se insinúan los dedos; mientras que las caderas se ensanchan y los muslos gruesos resaltan el poder de la fertilidad. Si eso es así, la fertilidad modelada como cuerpo femenino alcanzó su modelo arquetípico en el Preclásico.
Esta figura exhibe un cuerpo joven, esbelto y sensual pero cubierto, hecho poco habitual ya que por lo general estas mujeres se muestran desnudas integralmente, sólo cubiertas por pintura corporal, como se ve en los ojos, labios y otras secciones del cuerpo.
Algunos investigadores consideran que las mujeres de Tlatilco no cubrían su cuerpo con vestimenta, solamente con algunos elementos decorativos y diseños corporales, aunque ocasionalmente, como en este ejemplo, cubren su cintura con un breve faldellín y con perneras formadas por pequeñas esferas aplicadas con la técnica de pastillaje, diseño que se repite en otras figurillas de esta cultura, como la que se encuentra en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. Estos adornos, unidos al faldellín corto, han llevado a algunos autores a considerarlas bailarinas.
En cuanto a la cabeza, de una extrema belleza, sigue los cánones artísticos del estilo Tlatilco, siendo desproporcionada con respecto al cuerpo, con modelación circular tabular erecta, como se hacía en el Preclásico. Es el elemento principal que les da personalidad y las distingue e individualiza a unas de otras, es la parte sustancial del cuerpo, donde habitan entidades anímicas capaces de externarse e internarse por la fontanela, que está en relación con la idea de las almas que salen y entran, siendo una de las explicaciones más admitidas de esta práctica de modificar el cráneo.
El rostro es esquemático de rasgos geométricos. Su corte de cara, así como su nariz realzada y unida con los arcos supraciliares de las cejas, los ojos almendrados y oblicuos con los iris perforados, son rasgos propios de estas bellas figuritas y del arte del Preclásico en general.
Su belleza destaca sobre las otras figuras femeninas de Tlatilco por la pretensión de su peinado, una de las peculiaridades de estas “mujeres bonitas”. Una larga trenza recorre su espalda, entre mechones de cabellos que caen a ambos lados y otro que parece recogerse en la parte delantera y superior de la cabeza engalanando su tocado.
Fueron pensadas para poder ser manipuladas, giradas y con la intención de ser vistas tanto por delante como por detrás. En esta tradición artística, la fisonomía del cuerpo se muestra exagerada en las caderas y en la delgadez de la cintura, mientras que los pechos, brazos y piernas pierden el equilibrio al ser proporcionalmente más pequeños.
Esta expresividad visual del cuerpo marcada en sus caderas exageradas pudo deberse a un importante culto a la fertilidad propio de las primeras sociedades agrícolas del Preclásico, como ocurrió en otros momentos de la Prehistoria antigua y reciente en el Viejo Mundo, donde emplearon los mismos recursos visuales de exageración del cuerpo femenino.
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