El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Olla efigie | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Olla efigie

Cultura Chupícuaro
Región Valle de Acámbaro, Guanajuato
Período Preclásico tardío, fase Chupícuaro tardío
Año 400-100 a.C.
Período 9 Preclásico tardío, fase Chupícuaro tardío
Año 400-100 a.C.
Técnica

Barro modelado, policromado y finamente bruñido

Medidas 9.8   x 18  x 18  cm
Ubicación Sala 3. Cuerpos, rostros, personas
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 781
Investigador

En la cerámica de la cultura Chupícuaro sobresalen las vasijas y esculturas, sus diferencias formales, materiales y técnicas han permitido identificar varias modalidades estilísticas. Una de ellas es fácilmente reconocible en ambos tipos de obras: se caracteriza por una decoración pictórica, geométrica, abstracta y simétrica, en negro y rojo sobre crema. Estas pinturas se aplicaron sobre el color natural de la base y donde el rojo se ve especialmente brillante. La arqueóloga Muriel Porter la denominó “cerámica negra polícroma”.

La olla con “orejas” que vemos pertenece a tal estilo, en éste, las vasijas pueden tener formas de recipientes “simples” o incorporar, como en este caso, elementos figurativos. Reciben el nombre de vasijas efigie, ésta remite a las llamadas cabezas trofeo. Por medio de excavaciones y de volúmenes en alto relieve el artista plasmó un rostro humano, con ojos con pupilas, nariz fina, respingada y con orificios nasales, una abertura rectangular como boca -que parece sonreír- y la barbilla remetida, las pequeñas asas u orejas participan de la configuración.

En particular, los rasgos relevados son muy similares a los que se modelaron en el formato de esculturas. Aun cuando el repertorio de motivos decorativos es limitado, su aplicación es sorprendentemente diversa. De manera usual circunscriben las zonas de los ojos, la de la nariz y boca, vemos rombos rojos escalonados delineados en negro, envueltos por una especie de plantilla a base de bandas zigzagueantes de color crema amarillento, también delineada en negro. Con estos colores se pintaron rectángulos en los costados, bajo las orejas, y en la parte de atrás. Es probable que figuren cabello, su presencia extiende la composición figurativa, de modo que más que un rostro se representó una cabeza.

El interior tiene huellas de desgaste que sugieren un uso práctico del recipiente. Por el hecho de figurar una cabeza exenta, está implícita la decapitación. En la cultura Chupícuaro, los arqueólogos han registrado entierros de cráneos aislados y con evidencia de decapitación, lo que a su vez pudiera hacer referencia  a las cabezas trofeo y a su culto. Tales cráneos fueron excavados en un cementerio grande excavado en la década de 1940 en la loma "El Rayo", ubicado en la localidad guanajuatense de Chupícuaro, que cubriera una presa en 1949.

Recientemente, con base en los estudios exhaustivos de Muriel Porter, Cybèle David, Diana Platas y Luis Manuel Gamboa precisan que se hallaron 68 cráneos aislados; una parte serían depósitos secundarios y otra testimonia decapitación. Se ignora si ésta fue la causa de muerte o si fue hecha postmortem. Otros datos reveladores son que más de la mitad de los cráneos aislados era de infantes, con frecuencia se enterraron en grupos y además acompañados de ofrendas cerámicas; a su vez los cráneos sirvieron como ofrenda en entierros humanos. Seguramente, vasijas con forma de cabeza humana, como la que atendemos, se emplearon en rituales especiales y formaron parte de los ajuares de difuntos en sus sepulturas. Sería muy interesante conocer si también se enterraron junto a cráneos aislados, como imágenes autorreferenciales.

En la cerámica de la cultura Chupícuaro sobresalen las vasijas y esculturas, sus diferencias formales, materiales y técnicas han permitido identificar varias modalidades estilísticas. Una de ellas es fácilmente reconocible en ambos tipos de obras: se caracteriza por una decoración pictórica, geométrica, abstracta y simétrica, en negro y rojo sobre crema. Estas pinturas se aplicaron sobre el color natural de la base y donde el rojo se ve especialmente brillante. La arqueóloga Muriel Porter la denominó “cerámica negra polícroma”.

Obras de la sala

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